La fotografía del diario El Universal capta un muro con leyendas escritas por niños en un suburbio azotado por la violencia entre bandas de sicarios. ‘No se preocupen x (por) mi futuro, akí (aquí) ni siquiera tengo un presente’, expresa uno de los mensajes escritos por un menor.
Unas flores en una esquina y un dibujo, o más bien un garabato, que muestra a un niño con un arma en su mano, de la que sale fuego. Hay otro infante caído y el mensaje se completa con la siguiente frase: ‘Mi ciudad pide clemencia en su demencia’.
Todo esto ocurre en Juárez, una de las ciudades mexicanas donde arrecia más fuerte la guerra del narcotráfico y donde las principales víctimas son los menores que hoy forman parte de una trágica estadística.
Carmen, cuyo apellido el Diario protege, cuenta al reportero las palabras expresadas por su hijo de siete años, a quien todavía ni siquiera se le cae su primer diente de leche: ‘Te voy a matar mamá, te voy a matar’.
Julito fue testigo, hace un año, de una balacera en la cual murió acribillado su amigo Panchito.
El trauma de Julito y el de miles de menores de esa localidad no se puede borrar tan fácilmente de su mente y Carmen está aterrada.
Ese niño, que ahora amenaza a su madre, dibujó a Panchito, lo pintó completamente de rojo. Se hizo retraído, durante dos meses ni siquiera se asomó a la ventana o a la puerta de su casa por temor a que le suceda lo mismo que a su amigo.
Cuando Julito perdió el miedo y volvió a la escuela, ese mismo día fue testigo de otra masacre. El autobús se detuvo justo frente a una hacienda para recoger a más escolares. Minutos antes, una banda criminal había disparado contra una vivienda y cuatro menores murieron de la misma forma como ocurrió con Panchito.
Nuevamente la mamá cuenta al cronista la impresión de su hijo: ‘Mataron a cuatro, yo los vi mamita, ahí estaban tirados y todos lloramos’. No solo Julito, también sus compañeros, están con tratamiento psicológico, pero su madre tiene muy pocas esperanzas de que eso ayude a superar el trauma. Hace algunos días, mientras jugaba con sus compañeros en la calle, escuchó que su hijo decía a uno de sus amigos: ‘Yo voy a ser sicario y te voy a matar’.
El futuro de Julito y de muchos es incierto. Para sobrevivir es cuestión de mandar a soldar dos tubos, llenarlo con munición y un clavo como obturador para fabricar un arma por apenas 30 pesos, un poco menos de tres dólares.
México es un país de contrastes, de esfuerzo y trabajo. Millones de mexicanos están amenazados por una ley absolutamente discriminatoria en Arizona, donde trabaja la mayoría de emigrantes, legales e ilegales. Mientras dure la violencia los mexicanos seguirán cruzando el desierto, ese pudiera ser el futuro de Julito.