Con frecuencia, el presidente Correa pretende justificar su conducta proclamándose defensor de la soberanía nacional lo que -según él- lo diferencia de anteriores gobiernos. “El Ecuador no pide ni pedirá permiso a nadie para actuar”, proclama. Y cuando alguien le advierte sobre posibles consecuencias negativas de sus determinaciones, concluye triunfalista: “eso ni me va ni me viene”.
Olvida el Presidente que ejercer la soberanía es tomar decisiones libres que benefician al país y no decisiones arbitrarias que le perjudican y desprestigian. Además, piensa quizás que lo que ni le va ni le viene a él tampoco debe irle o venirle al país. Confunde el ejercicio responsable de la autoridad que le confiere la Constitución con los caprichos de su voluntad.
Por ejemplo, a pesar de las opiniones y advertencias de sus propios funcionarios, está empeñado en acercarse a Irán, país con el que ha suscrito un convenio financiero que podría acarrear la aplicación de las sanciones decididas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Olvida que el Ecuador, miembro fundador de la ONU, está obligado a respetar la autoridad del Consejo. Se porta garante de que los programas de investigación nuclear de Irán tienen fines pacíficos y desoye las conclusiones de la Agencia Internacional de Energía Atómica sobre esta materia, así como las amenazas de Irán contra otros países. Ya en el año 2009, para apoyar la aspiración de Irán de ser elegido miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, Correa incumplió el compromiso adquirido previamente con el Japón. Eso no es ejercer la soberanía sino violar la palabra empeñada.
En un mundo globalizado, las decisiones de un Estado están sujetas al juicio crítico de la comunidad internacional y, según su contenido, lo prestigian o desprestigian. El apoyo de Correa a Gadafi, su identificación con Lukashenko y su ceguera frente a las atrocidades del régimen de Asad -quien acaba de anunciar que usará armas químicas de destrucción masiva contra sus enemigos- han afectado la imagen de nuestro país, cuyo lamentable reingreso a la lista negra del GAFI no es una mera coincidencia.
La amenaza de expulsar a la Usaid es otra muestra de ligereza y capricho. Parece que las reflexiones de una de sus asesoras sobre las eventuales consecuencias negativas de esa medida lograron flexibilizar el criterio presidencial. ¡Albricias!
Las relaciones entre Estados soberanos se conducen dentro del respeto a la norma del derecho. Negociar para conciliar intereses contrapuestos no es perder soberanía sino ejercerla inteligentemente. Así se adquieren compromisos que hay que honrar. El Ecuador puede y debe cultivar relaciones con todos los países, pero con plena conciencia de las consecuencias de sus actos. Para eso se necesita un verdadero hombre de Estado.