El mercadeo electoral busca esencialmente la toma de posiciones, nuestro alineamiento. A través de mecanismos coercitivos, legales, morales, nos presionan a optar en esta carrera de disfraces. Los medios nos pinchan el alma para volcarnos a las urnas y escoger. Elegir un nombre es la consigna. Quienes tienen otras alternativas son descalificados.
En medio de ofertas insólitas debemos discriminar por convicciones, por interés o por si acaso. No importa las agendas y su factibilidad. La cuestión es tener representante legal y legítimo… La historia, lastimosamente, nos muestra autoridades legales carentes de legitimidad y capacidades… el Municipio o la Asamblea son ejemplos vergonzosos.
En esta selección se presentan 2 fenómenos emparentados: el voto útil y el voto por el mal menor. Implican la adscripción a un candidato a pesar de limitaciones evidentes. Se trata en realidad de un voto en contra del otro, calificado como peor, más peligroso, más mentiroso. Triste… refleja la pobreza de la democracia, la calidad de los políticos, la baja exigencia del electorado… No es posible cuantificar estas tendencias pero llegaron para quedarse.
Y están las posturas neutrales. Aquellas que califican igual a los dos candidatos en oferta. Como quien dice, da lo mismo, que escojan otros. Aquí se cobijan los votos blancos que en primera vuelta alcanzaron 3.1%. Implican de todas maneras, aceptación de los rituales electorales. La neutralidad, aparentemente inocua, termina favoreciendo al ganador.
Y están las posturas ausentistas. Optan por excluirse de los comicios, pese a las penalizaciones. Abandonan la cancha para que otros decidan. Las razones pueden ser: imposibilidad, desconocimiento, comodidad. Pero muchas veces reflejan posiciones críticas. Rechazo a los candidatos y al tipo de democracia que los legitima. En la primera vuelta, el ausentismo fue 19%. Podría disminuir.
Y está las posturas polémicas de voto nulo. Con defensores y detractores duros. Para los primeros, se trata de una alternativa legítima, un rechazo y un castigo a los candidatos -por nocivos- y a la trampa electoral que no garantiza transparencia, representatividad. Para los opositores, significa no hacerse responsables, incorrecta lectura de la realidad, simplificación y generalización. En la primera vuelta llegó a 9.55%. Podría aumentar. Si se dispara pondrá en aprietos al nuevo gobierno.
Resulta vital reconocer la existencia de estas posturas y tratar de entender sus argumentos, evitando generalizaciones simplonas. Aunque no las compartamos, son parte de la realidad y aspiran una democracia diferente…
Hay que admitir también que el sistema y las castas políticas han sembrado de desconfianza el país. Con todo, las opciones están abiertas y hay que hacerse cargo de sus consecuencias. Cuanto más desconfianza, más compromiso para reflotar este país que se derrite.