Neoliberalismo verde-flex

Columnista invitado

De laretórica al cinismo. Con esta frase se puede describir la organización de un nuevo encuentro latinoamericano progresista anunciada por el Gobierno.

Si hace un año quedaban dudas sobre la pertinencia y la coherencia de los pronunciamientos oficiales acerca de la filiación ideológica de Alianza País, hoy dejan una profunda indignación. Sobre todo luego de la represión de agosto en contra de los sectores populares que se movilizaron; particularmente en contra del movimiento indígena.

Como le dijo el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) a la Canciller venezolana, a propósitos de la crisis humanitaria en la frontera con Colombia, carecer de sensibilidad con los más pobres y marginados no es ser de izquierda. Aquí se ha recargado la represión precisamente sobre los más pobres.

Y todo esto sin contar con el drástico viraje de la política económica del Gobierno ecuatoriano, que ya anticipa sobre quién recaerá el peso de la crisis. Los más vulnerables, los pequeños productores, los empleados públicos, los trabajadores informales, los campesinos, tendrán que poner las barbas en remojo.

Históricamente, el progresismo ha sido identificado con algunas características: aplicación de reformas estructurales, evitar separar libertad e igualdad en el proceso de cambio, respeto por la individualidad como factor de transformación, defensa inapelable del laicismo y del pluralismo político, promover la participación social, ruptura del statu quo en lo social, político y cultural.

¿Qué de esto hay en el correísmo? Pues casi nada. Mejor dicho, nada.

Por eso el mencionado encuentro progresista se asemeja a una trinchera de la impostura. Bajo el paraguas de una verborrea de izquierda y antiimperialista, se pretende defender o promocionar proyectos populistas cuya única finalidad es el control del aparato del Estado para alcanzar beneficios particulares.

Ningún populismo puede ser de izquierda, puesto que la subordinación clientelar de las bases sociales impide cualquier iniciativa autónoma de la sociedad. El autoritarismo y la jerarquización política anulan las aspiraciones de emancipación de un pueblo. Enajenan la conciencia.

Tampoco es cierto que estos proyectos expresen alternativas. Más bien –como lo sugieren análisis políticos y académicos de reciente data– serían una versión reciclada del neoliberalismo que dicen combatir; una especie de neoliberalismo de segunda generación, con suficientes fondos públicos como para disimular su verdadera esencia. Esto explica que una vez terminada la abundancia fiscal tengan que echar mano de las mismas viejas recetas de los gobiernos anteriores.

Las últimas declaraciones del Presidente de la República, a propósito de proteger la estabilidad macroeconómica, tienen un insufrible tufo a economía social de mercado.

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