Lo no-negociable con el Fondo Monetario
Es divertido ver cómo algunos de los candidatos han anunciado con enorme orgullo, casi como una demostración de valentía, que “renegociarán el acuerdo con el Fondo Monetario”. Eso no es un motivo de orgullo; es una obviedad y hasta sería tonto que el próximo presidente no renegocie el acuerdo.
El FMI, como cualquier organismo multilateral está diseñado para negociar y renegociar todo el tiempo. Sus funcionarios son una exótica mezcla entre banqueros, políticos, diplomáticos y economistas y, por lo tanto, están entrenados para negociar.
Es más, es casi seguro que el FMI está esperando el pedido del próximo presidente y no sería sorprendente que cuando firmaron el acuerdo actual ya tenían pensado qué podrían entrar en conversaciones con el sucesor de Lenín Moreno. Muy posiblemente ya tienen hasta diseñada su estrategia de renegociación y han armado escenarios en función de quién gane la segunda vuelta.
Y nuestros políticos locales orgullosos de pensar en una obviedad.
Pero no todo es renegociable de ese acuerdo. Es decir, hay cambios que el Ecuador puede exigir, pero en los que el FMI nunca cederá y, en caso de que nos encaprichemos, simplemente nos cerrarán las llaves del financiamiento.
Los puntos no negociables del acuerdo son tres (en la modesta opinión de este articulista): el aumento del número de receptores del bono de desarrollo humano, la reducción del déficit fiscal y el fortalecimiento de las reservas del Banco Central.
Los organismos multilaterales saben que mucho de la política social del Ecuador no beneficia a los más pobres y que, por lo tanto, la única manera de evitar que un ajuste afecte a los más débiles es a través de bonos como el de desarrollo humano. Por eso, el acuerdo prevé una duplicación del número de receptores.
La reducción del déficit tampoco es un tema negociable. El 2021 será el decimotercer año consecutivo de déficit fiscal, algo que en parte explica por qué estamos tan endeudados. Llevamos 13 años seguidos de gastar más de lo que tenemos y la deuda ha sido la manera de cubrir esa brecha. El próximo gobierno podrá escoger qué ruta toma para achicar el déficit (subir impuestos o bajar gastos), pero la meta final no se podrá mover.
Finalmente, el Banco Central no tiene suficientes reservas como para cubrir sus pasivos y eso es un peligro latente para toda la economía. La reserva internacional debería estar, en números redondos, al doble de lo que está actualmente y el Fondo se opondrá a cualquier idea que limite el crecimiento de esas reservas o, peor todavía, que amenace con reducirlas.
Cualquiera que está de acuerdo con esos tres puntos podrá renegociar el acuerdo. Para el resto, sería una pérdida de tiempo.