Columnista invitado
Lo que escribo no es para los militares: ellos conocen su profesión. Lo hago para la población civil que necesita saber la real naturaleza del conflicto.
Tengo la impresión de que se está poniendo el mayor énfasis en la lucha contra el narcotráfico y que se ignora la real dimensión de la narcoguerrilla. Se afirma que lo que sucede en Esmeraldas es solamente una reacción al cierre de la vía de exportación de la droga, cuando sabemos que por todo el país circula intensamente, se almacena en diferentes lugares, hasta que llega a los puertos y pistas de aterrizaje clandestinas.
Constituiría un grave error creer que los disidentes de las FARC, que ya han asesinado a siete personas y que tienen secuestrada a una pareja para exigir se libere a los sospechosos que están bajo investigación, son solamente unos crueles delincuentes comunes que buscan enriquecerse con el narcotráfico.
La verdad es que en el territorio ecuatoriano y colombiano, en solamente el sector del actual conflicto, se encuentran de doscientos a quinientos individuos, seguramente bien adoctrinados; fuertemente armados y equipados y bajo un mando experimentado y despiadado; que conocen plenamente la selva, y en la que deben disponer de varios campamentos a donde desplazarse, por caminos imperceptibles, para evadir a las fuerzas militares, y donde deben tener preparadas trampas explosivas y de otros tipos, y áreas de emboscada para aniquilar a los que se aventuren por allí sin una precisa información.
La narcoguerrilla que opera en Esmeraldas, tiene un nombre, “Frente Oliver Sinesterra” y, evidentemente, cuenta con una red de informantes y colaboradores muy bien pagados en medio de la miseria de los demás habitantes. Seguramente, como sucedía con las FARC, producen droga y, además, protegen a los narcotraficantes que les financian las armas y los abastecimientos. Dadas las características del frente de combatientes que comanda “Guacho”, no sería descabellado pensar que esta organización guerrillera podría entrar, bajo circunstancias favorables, en contacto con ecuatorianos de su tendencia política.
La doctrina política de los guerrilleros es internacionalista y que cuando fracasan en un país, tratan de establecerse en los países vecinos, más aún cuando éstos son de la misma estirpe y tienen un pasado histórico común. Por eso no es extraño que hablen persistentemente de la “Patria grande”, donde pueden recuperarse de sus fracasos para retornar al país de origen. ¡Atenta Colombia!
Para ellos, la palabra “Patria grande”, no se inspira en el ideal de la unidad de América Latina para defender sus legítimos derechos y para promover la libertad y el progreso, como lo soñaron los próceres de la independencia, cuya memoria la utilizan, perversamente, cínicos como el tirano que oprime el pueblo hermano de Venezuela.