Narciso en bicicleta

Su padre abandonó la casa tempranamente y su madre tuvo que mantener a la familia haciendo grandes sacrificios. La ausencia de una figura paterna que pudiera servirle de ejemplo en su etapa formativa, junto con las dificultades económicas que tuvo que pasar durante su niñez le hicieron sentirse avergonzado de sí mismo y le sembraron el corazón de dudas sobre su valía personal.

Siempre supo que algo malo había sucedido durante su niñez y, para combatir aquel sentimiento agobiante, fue construyendo, de forma inconsciente, un mecanismo de defensa que en sicología se conoce como ‘Narcisismo’ y que consiste en crear una imagen idealizada y falsa de sí mismo.

Cuando siente que alguien ataca aquella imagen creada, el narciso pierde el control. Echa mano del insulto y la burla para repeler cualquier crítica. (Si creyera que ese ataque es demasiado fuerte pudiera incluso desear eliminar al atacante).

Es que el mundo del narciso se divide en dos: el de los que ganan y el de los que pierden. Como la derrota le traía de vuelta a ese mundo desdichado de su niñez –algo inaceptable por los terribles recuerdos de esa época– decidió que rompería las reglas y jugaría sucio si eso le permitía alzarse con el triunfo.

El narciso no puede vivir sin elogio ni admiración. Para satisfacer esa necesidad sicológica apremiante construyó un discurso de hombre idealista que está dispuesto a ayudar a los demás, incluso a riesgo de su propio bienestar. Pero en realidad no es así.

Una de las características principales del narciso es su incapacidad para entender los sentimientos de los demás o para ponerse en la situación del otro. Por eso no experimentó el más mínimo remordimiento cuando acusó a alguien injustamente o pidió la prisión para una persona que dijo alguna verdad incómoda sobre él. Es que el narciso no puede tolerar que alguien contradiga la imagen perfecta que él fabricó para sí mismo.

Incluso escribió libros para exponer sus ideas y su condición de líder y hombre extraordinario. Auspició proyectos de solidaridad social y se fotografió besando bebés y abrazando a viejitos. Todo con tal de poder decir –por enésima vez– que él sí es un ganador y no uno más del montón.

Fue en la bicicleta donde el narciso encontró el vehículo ideal para conectar con la gente. Ese aparato de dos ruedas le permitió llegar más fácilmente a esa meta de popularidad incesante que su ego torturado le exigió todos los días. Fue una manera de ponerse al nivel de los demás, pero sin llegar todavía a topar el suelo, como el común de los mortales.

Pobre Lance Armstrong, narciso en bicicleta. Este perfil sicológico –realizado por el sicoterapeuta Joseph Burgo para la revista The Atlantic– lo dice todo.

Suplementos digitales