El triunfo de Rafael Nadal en el Abierto de Tenis de EE.UU. y su consagración como número uno del mundo -por lo menos hasta fin de año- es mucho más heroico y admirable de lo que uno se imagina.
Es que apenas hace un año, cuando fue eliminado en cuarta ronda del Abierto de Francia, por Robin Söderling, y no participó en Wimbledon por problemas en sus rodillas, muchos vaticinaban que el final de este notable tenista español estaba demasiado cerca.
A diferencia de Federer -cuya técnica impecable da la impresión de que el tenis es un deporte sencillísimo-, Nadal derrocha esfuerzo físico en su juego: su golpe de derecha es inusualmente exigente porque pasa la raqueta por encima de su cabeza para lograr más efecto; su revés le exige a veces posturas más difíciles porque golpea con ambas manos; y, claro, persigue como un endemoniado todas las bolas que le envía su adversario, como si estuviera a punto de ser eliminado.
Muchos decían que ‘Rafa’ no podría soportar un ritmo de juego tan intenso y creían que Federer terminaría siempre por encima de él. Todos ellos han debido tragarse sus palabras. Ahora, Nadal forma parte de un grupo de apenas siete seres humanos que han logrado ganar los cuatro torneos de Grand Slam. (Ni Sampras ni Borg están en aquel selecto grupo de tenistas).
Ganó el US Open -el último que le faltaba por conquistar- perdiendo apenas un set en todo el torneo, frente a Djokovic en la final. Ganó a base de un saque notablemente más rápido y con un juego más variado, atacando más a la red y cambiando más el ritmo del juego con pelotas planas y con otras que llevaban mucho efecto.
Estos cambios profundos revelan que Nadal es un jugador con una mentalidad flexible y con una voluntad enorme. Muchos tenistas prefieren quedarse con el estilo que aprendieron originalmente, en vez de experimentar nuevas fórmulas de juego porque temen perderlo todo en ese proceso.
En su faceta personal, este deportista también ha mostrado una gran disposición a seguir cultivándose. Durante el US Open escribió en su Facebook una disculpa por lo que él consideraba un mal desempeño durante una entrevista que le hiciera un canal estadounidense. Prometió que se prepararía mejor para aquel tipo de diálogos y dijo que mejoraría su inglés. A la vuelta de dos semanas, después de ganar ese torneo, pude ver a Nadal hablando con increíble fluidez en una entrevista que John McEnroe le hiciera en el Nike Center de Nueva York.
Nadal tiene la madera de los héroes contemporáneos: puede conectar con la gente común en aspectos tan prosaicos como hablar mejor un idioma y puede, a la vez, mostrarnos que es posible alcanzar la gloria si somos capaces de cambiar para bien.