‘Lo Nacional’: Retórica pura

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Hablo desde el Austro ecuatoriano, voz distinta a la del Centro Norte que orbita alrededor de Quito o la de la Costa Sur, alrededor de Guayaquil. Todo se mira distinto desde el Sur: los héroes (Lamar no es un traidor, tampoco los fueron los cañaris que plegaron a los españoles); la historia de transporte y vialidad (el ferrocarril conectó a Quito y a Guayaquil desde 1908, a Cuenca en 1964). Desde el nudo de Azuay, el Sur es de vulcanología antigua, sus ciclos agrícolas y artesanales son distintos; sus materias primas, abundancia de minerales metálicos, ha creado formas distintas de vivir. No tenemos al sur un alto nivel de industrialización como arrojó el censo tecnocrático del 2010. La vías espléndidas correístas llegan hasta Chunchi y Alausí, el Sur sigue siendo huérfano de estas. Solo la explotación minera en Quimsacocha y otras áreas le “premiaron” con dos vías: la Sigsig-Gualaquiza y la Gualaceo-Limón.

El lema parece ser que el Austro –Cañar y Azuay- se arregle solo, como siempre lo ha hecho, cosa que ha creado un imaginario azuayo centrista muy fuerte. Morlacos recios, tozudos, que no necesitan del Estado central ni del gobierno de turno. El taciturno aislamiento histórico que ha dislocado a una población de doble vertiente, la más tradicional y religiosa del país y a la vez la de ideas de gran avanzada. Desde Cuenca se inicia la despenalización de la práctica homosexual; desde el Sur se da el movimiento posconciliar más fuerte.

Si el país colapsa económicamente, esta región –milagrosamente- se sostiene por las remesas que entre el 2007 y el 2016 fueron de USD 7 000 millones, cosa que, además… hizo sostenible la dolarización del país. La gran cantidad de energía eléctrica se produce por estos lares. Importantes centros educativos y hospitalarios sirven a una gran población. A pesar de ello, la inversión pública ha sido y sigue siendo deficiente, aunque los políticos demagogos argumenten que todo se hace a “nivel nacional”. La de vialidad, por ejemplo, en este mismo período, es del 2.5%. Bajo esta lógica retórica, ni del lejos se considera esta región. Las grandes inversiones del correísmo se han centrado en el número de votantes: Pichincha, Guayas y Manabí. La única inversión sobresaliente fue la de 1993, en tiempos de Sixto Durán, por el desastre de la Josefina. Se logró finalmente que se conectara Azóguez con Cuenca.

Enrique Serrano, lúcido economista, comparte conmigo estas líneas. Ya no seguiremos creyéndonos los más “garas” porque tenemos una ciudad patrimonio de la humanidad, y otras pichuelas. Necesitamos planes estratégicos inclusivos; formulación de estudios y proyectos de inversión desde la gobernanza local y finalmente recursos contantes y sonantes. Nada de mendigar lo que nos es propio, basta ya de tanta autogestión.