A los 90 años murió Fidel Castro. Luces y sombras de la historia contemporánea. Adorado por millones de seguidores y aborrecido por millones de detractores. Con Fidel, en su liderazgo y su imagen no hay medias tintas.
Desde aquel 26 de julio de 1953, donde un grupo de insurgentes asaltó el cuartel Moncada, se atisbó su futuro. Su alegato: “La historia me absolverá” es una página política y retórica importante. Fue condenado por un tribunal del Régimen, pero al salir organizó la guerrilla que organizó la Revolución.
En enero de 1959, los ‘Barbudos’ entraron en La Habana tras derrocar a la tiranía. Con el Che Guevara y Camilo Cienfuegos, Castro se convirtió pronto en un líder del nuevo gobierno. Playa Girón y la proclamación de carácter socialista de la Revolución marcaron la historia, donde la crisis de los misiles puso al rojo vivo la geopolítica mundial. Eran tiempos de Kennedy y Krushev.
Duro con los opositores, los fusilamientos y expropiaciones marcaron los primeros tiempos del nuevo sistema. El exilio en Miami se fue alimentando de miles y miles de personas que escapaban de la isla caribeña.
Su palabra rotunda y su discurso de ruptura llenaron los foros del mundo. Una alocución en la ONU duró 4 horas y media.
Cambios en la educación, en la tenencia de la tierra, los bienes y los inmuebles consolidaron el mando total del Estado.
Con el apoyo de la Unión Soviética y la exportación de la revolución a Sudamérica y a Angola sus ideas se expandían.
La Perestroika y la caída del Muro de Berlín recompusieron el mapa geopolítico y se pensaban cambios drásticos del sistema comunista cubano que nunca llegaron.
En el ocaso del líder sobrevino la sucesión en su hermano Raúl. Tibias reformas en la economía llegaron pero la libertad no. La prensa controlada por el partido, la organización política opositora perseguida, los miles de presos políticos… son temas pendientes que ni siquiera la reapertura de relaciones con EE.UU. ha podido superar.