¿Qué habría hecho la asambleísta Ras Ras y Chis Pum si un jovencito, perdida la cabeza por alza del diésel, encontrara a una hija de Chis y Pum Pum y la violaba? ¿Qué habría hecho el asambleísta Bomba Molotov si hubiese hallado su auto quemado por un activista de Chunchi, lleno de furor a causa de un cobro del Fondo? ¿Qué habría hecho la honorable Reina de corazones rojos si un chagra serrano entraba al dormitorio de la Reinota, robaba los lujosos vestidos bellamente pendientes en el closet como un mini desfile de modas, porque el ministro de Finanzas había pagado una parte de la deuda pública nacional? ¿Qué habría hecho el asambleísta Carapungo Milhojas si tres militantes del Partido Toro de Pueblo entraban a la casa recién acabada, rompían los azulejos del baño y dejaban abierta la ducha durante el santo día, porque el presidente de nuestro país se había bajado el sueldo?
Ras Ras habría removido cielo y tierra para que el violador fuera castigado. Sin embargo, votó contra la ministra “Plomo y Bala”, porque ella impidió que los malhechores siguieran violando el Centro de Quito. Ras Ras y Chis Pum se condolió al saber que tosieron a causa de bombas caducas. ¡Qué crimen! Pues, esos angelitos merecían el honor de llorar y toser con bombas flamantes como el alma de ellos.
La Reina de corazones rojos habría ordenado, marcial, justiciera, que los súbditos buscasen al ladrón y lo emplumaran con brea y plumas de pavo, cada Navidad de la gran condena. Y con todo, votó contra la ministra que, inteligente, eficaz, halló los vestidos y los devolvió a la dueña. Al recibirlos, cuentan que había dicho: “A cada pavo le llega su Navidad”. Añaden las malas lenguas que antes de ir a la Asamblea, la Reina de corazones se arregla y, hermosa, pregunta: “Espejito, espejito ¿cuál es más brillante: la ministra de Gobierno o yo, asambleísta del Guayas”. Y el espejito no responde prudente, pues teme le rompa.
Carapungo Milhojas les habría aplicado la justicia indígena: atados de manos y pies, a la acequia helada y, tierno, muy tierno, los habría ortigado para entregarlos suavitos a la Policía; pero votó contra la ministra por mujer metiche: ¡Como ha de sacar a relucir lo de la Isspol? Y un gato en la Asamblea “Por temor de alguna carambola /tapó las indecencias con la cola”.
El Partido Creo, de gente devota y creyente, entregó María Paula a los correístas cual Judas lo hizo con el Galileo por treinta monedas de plata y mil votos. Ocurrió el maltrato en un Banco del Barrio donde doña Pepa trata con amabilidad a quienes van por una transacción comercial. ¡Ay don Guillermo no creo que Creo creyese que obrando así la gente pudiese apreciarle más!
Y caminando asquiento hacia la Asamblilla con la mascarilla sobre la nariz, escuché a mis espaldas un canto infantil: “Todas estas cosas sabía una vez, cuando yo soñaba un mundo al revés” Sentado en la acera me puse, Paulita, a llorar.