Dos noticias me hacen reflexionar sobre cómo el mundo -aquí y allá- va multiplicando los intentos de controlar a la prensa y silenciar a medios, periodistas y ciudadanos críticos.
Los gobiernos parecen no entender que en una democracia circulan con libertad la información y la opinión sustentadas.
En una democracia se debate, delibera, se discute.
Se habla en voz alta sin peligro de estigmatización o criminalización.
La primera noticia viene desde Sudáfrica, país donde Nelson Mandela, en 1994, se convirtió en el primer presidente negro y liberó siglos de prejuicios y discriminación de la minoría blanca que dominaba ese país.
Apenas 18 años después, con un Parlamento de mayoría afro, los legisladores están a punto de aprobar una Ley de Comunicación que la escritora sudafricana Nadine Gordimer, Premio Nobel de Literatura, dice que es el regreso a la época en que la libertad de expresión estaba suprimida.
La gente luchó y murió por tener una vida mejor, actualmente ensuciada por la corrupción -expresa Gordimer- y añade que eso solo puede conocerse si la sociedad tiene libertad de expresión.
Gordimer, que combatió al Régimen de segregación racial, recordó que “cuando votamos juntos por primera vez fue un gran momento de mi vida. Pensábamos que todo cambiaría para un futuro mejor, pero ahora veo que fue una idea infantil”.
La ley provoca fuertes tensiones políticas desde hace meses, pero en pocos días más es probable que se la apruebe.
A la mayoría parlamentaria, de tendencias liberales y de izquierda, no le ha importado lo que dicen las voces sensatas.
Y si se aprobara la normativa, el Gobierno y el Congreso pondrán en vigencia una ley que prohíbe la divulgación de informaciones delicadas y que clasifica como secretas numerosas informaciones relacionadas con el manejo político y financiero del Estado.
La otra noticia, menos sorprendente porque procede de un gobierno dictatorial, viene de Siria.
El presidente Bashar al Assad aprobó esta semana un decreto que crea un Consejo Nacional para los Medios. El objetivo de este órgano, dicen, es defender a Siria de “ataques mediáticos”.
El Consejo, conformado por nueve miembros, complementa la Ley de Medios, aprobada para la reestructuración de todos los medios públicos y privados.
El Consejo tendrá una “considerable autoridad” en la “reorganización y concepción de las estrategias de los medios” .
Cuando leo estas noticias me pregunto qué está haciendo el mundo con su propia libertad. ¿Por qué construye altos y gruesos muros para impedir que se escuche su propia palabra?
¿Por qué la democracia, cada vez más, viene convirtiéndose en un mito, una mentira, un discurso retórico y vacío?