El mundial de fútbol es la hora del recreo planetario y tabla de salvación para los gobiernos que se ahogan. Es deporte para pocos, los que juegan; pero es entretenimiento para todos, emociones para multitudes y el negocio más grande del mundo. Los protagonistas son millonarios, y mueven millones en pases, publicidad, recuerdos, turismo, apuestas y corrupción. El origen del gran espectáculo que convoca hoy miles de millones de espectadores, se disputan chinos, mayas y griegos pero las primeras reglas se acordaron en Cambridge en 1848, por eso la broma de Gary Lineker: “el fútbol es un juego que inventaron los ingleses y ganan siempre los alemanes”.
El fútbol tiene profundas repercusiones en el deporte, los negocios, la política y la religión. Los jugadores se santiguan cuando empieza el partido y cuando termina, si hacen gol caen de rodillas y levantan los brazos al cielo. Son venerados como santos los mejores del mundo, del país, de la ciudad o del pueblo.
La función menos conocida del fútbol está en la política. Este mundial acabará con los rezagos de la pandemia, con la preocupación por la inflación mundial y hará olvidar la guerra de Ucrania. Para algunos gobiernos el mundial es mucho más, es la posibilidad de sobrevivir. Basten dos ejemplos: Argentina y Ecuador.
Si Argentina gana el mundial sobrevivirá el peronismo; pero si cae la selección, se derrumbará el gobierno. Hay tres presidentes, Cristina, Alberto Fernández y Masa; a los tres hará olvidar el fútbol. Desde mañana el único que interesa en ese país se llama Lionel Messi, en él tienen puestas todas sus esperanzas, desde los presidentes hasta los mendigos.
Ecuador tiene un gobierno con tantas ganas de sobrevivir… pero tiene adversarios (Unes y otros) que revolotean como buitres. El mundial hará olvidar a la Asamblea, a la Conaie y al gobierno y después vendrán las fiestas de Quito, la Navidad, las elecciones y la Consulta. Cuando termine el recreo, los buitres volverán con hambre.