A comienzos de enero de cada año, desde 1971, se reúnen en los Alpes suizos, en Davos, las élites de los países capitalistas de casi todo el planeta para discutir y, discretamente, decidir la suerte del mundo.
Al Foro Económico Mundial, nombre oficial del encuentro, asisten jefes de estado, de gobierno, ministros –siempre de las grandes potencias-, empresarios, gobernadores de Bancos Centrales, responsables de multinacionales, economistas, Directores de organizaciones gubernamentales, en fin. Todos escogidos por los organizadores del Foro que se financia por cien empresas privadas globales de la industria, de las finanzas, del comercio. Todos miembros de la entidad organizadora.
Este evento que cada vez adquiere mayor relevancia, fue creado por un jubilado suizo convencido de que las grandes decisiones sobre los grandes problemas del mundo deben resolverse en la cumbre de las organizaciones económico-políticas Para el efecto seleccionó precisamente una cumbre para que estas eminencias no se distraigan ni sean perturbadas, con el convencimiento de que los temas a tratarse son cosa de élites políticas, empresariales, financieras, en fin, no del pueblo llano.
Durante la última reunión de este cenáculo de capitalismo, celebrado hace unos días, asistieron cerca de 40 jefes de estado, innumerables ministros y los más altos ejecutivos de las principales corporaciones transnacionales.
No obstante la normalidad con la que se realizó el evento, hubo un sorprendente e inusual participante que marcó el punto de inflexión por el que atraviesa el mundo: el presidente Xi Jin Ping, quien paradógicamente alabó la globalización y el libre comercio.
Esta es la primera aparición de un líder de la segunda potencia mundial, secretario general del partido comunista chino en un evento de esta naturaleza. Al mismo tiempo se instalaba el Presidente Trump con un discurso abiertamente contrario…
Al margen de lo llamativo de la presencia de Xi ¿Cómo entender el creciente éxito del fenómeno Davos? Varias podrían ser las explicaciones: prevalencia de lo privado sobre lo público, decadencia del sistema de la ONU y otros organismos regionales estatales, verdaderos responsables de abordar y resolver estos temas, egoísmo de las grandes potencias y líderes privados que se reservan para ellos el debate y la toma de decisiones con impacto global para su propio beneficio, concentración de la riqueza en pocas manos.
Ecuador, junto con otros países de similares características y dificultades, está llamado a integrarse entre sí y constituirse en un bloque que fortalezca la multilateralidad estatal que finalmente siempre deberá estar encima del interés particular. No cabe el multilateralismo privatizado, es una manifestación de retroceso de la humanidad.
fcarrion@elcomercio.org