El caso detonó la indignación represada en un año en que el Estado ha sido salpicado con el escándalo de Petroecuador y la incertidumbre económica agravada por el terremoto. Sí, aún mediada por horas de escasa conciencia, la prepotencia de una exjueza fue considerada inconcebible y generó dudas sin respuestas, escasa rendición de cuentas. Por ejemplo, el Consejo de la Judicatura aún no transparenta sus procesos de desvinculación y de contratación de jueces.
El final del 2016 se avecina y con él la tradición aquella de ironizar con el poder, de ser su espejo. Bienvenida tradición, ¿pero eso justifica denigrar a la mujer? No. Es inadmisible tolerar la turba contra una persona por su género. Señores, Lorena Collantes es un ser humano. Sí, hay que recordar que aún en la mira de la Justicia tiene derechos, es igual en dignidad y no puede ser sometida a tratos degradantes (Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU).
¿Trato degradante a la mujer? Se entiende a quienes demandan un muñeco de la exjueza para ‘quemar’ el año. Incluso si es parodia del poder, lo cual se echa de menos en fin de año luego de una década. Pero qué tal si usted hace de cuenta que su hija o su esposa o su novia o su hermana o su madre o usted son caricaturizadas en un monigote.
¿Ya hizo de cuenta? Mírela, mírese, con vestido corto lo suficientemente traslúcido para que los senos queden a la vista y su ingle con un mensaje escrito en papel: “quieres probar mi poder”. Ajá, a la venta en la calle, entre risotadas y selfies para las redes. Collantes tratada como objeto por la sociedad patriarcal. ¡Se lo merece! ¿Se lo merece?
La turba no es justicia; es la respuesta a un Estado incapaz de actuar con celeridad: igual por la corrupción como por el maltrato de un funcionario a una mujer. Por sus actos cuando detenida, amenazas a policías y a terceros, la exjueza debe responder ante tribunales, que se espera independientes, diligentes; pero aún si no, ya es hora de desechar la cosificación de la mujer como idea de parodia o castigo social.