Los siguientes días serán claves para la definición de los compañeros de fórmula en los binomios presidenciales. La mayoría de listas, al menos de las principales fuerzas políticas que hasta ahora lideran la intención de voto, están encabezadas por hombres.
Esto ha hecho que en sus equipos políticos se debata la pertinencia de que sea una mujer quien complete la fórmula presidencial. Los cálculos electorales que se han hecho han priorizado principalmente lo cuantitativo. En los comicios del 2014, el 49,9% (5 797 074) fueron hombres, frente al 50,1% de votantes mujeres (5 821 89), según el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Se busca incluir a las mujeres no necesariamente porque se las reconozca como sujetos de derecho y, por tanto, con voz y voto para la participación política directa.
Más bien se lo ha hecho en función de la premisa de que se necesita una figura femenina para llegar a esa población. Además, no necesariamente prima la capacidad, la propuesta política, la ideología que tiene la candidata para los comicios. Más bien se vuelve a priorizar a la mujer como objeto. Es decir, en función de su imagen física o exposición en los programas de farándula.
Eso explica por qué, al menos en las listas para los asambleístas nacionales que se conocen hasta ahora, se vuelve a hacer una apuesta por mujeres que son talentos de televisión, deportistas, actrices o modelos. Se prioriza esa faceta de su vida más que su formación y la experiencia que tengan en legislación o estructura institucional del Estado.
Los cambios en la Ley para que haya una paridad de género en las listas fueron un avance en la equidad política. Sin embargo, las candidatas aún se eligen en función de los grupos de poder -que están dominados por hombres en cada partido- y no por una visión de género.
La participación política de las mujeres no puede medirse solo en función de cuántas asambleístas entren, sino también en qué medida sus aportes promueven cambios positivos para el país.