El 2015 la UNESCO adoptó el 26 de julio como el Día Internacional para la Conservación del Ecosistema Manglar, con el propósito de concienciar sobre la importancia a este “ecosistema único, especial y vulnerable” y promover soluciones para su gestión, conservación y uso sostenible.
Pero vale la pena señalar que esa fecha no se escogió por azar, sino que conmemora el 26 de julio de 1998, cuando inició la campaña internacional ‘¿Y si se acaba el manglar?’, impulsada por organizaciones comunitarias de los territorios marino-costeros del Ecuador, junto a ecologísticas e investigadores nacionales e internacionales, como Greenpeace Internacional y la Red Mundial en Contra de la Acuacultura Industrial del Camarón.
La reunión se realizó en Muisne y logró impacto internacional, entre otras cosas, por la movilización social que mantuvieron los pueblos afectados por la tala del manglar y por el arribo del Rainbow Warrior (Guerrero del Arcoiris), buque insignia de Greenpeace, que desde 1978 ha sido usado por la organización para protestar contra las actividades humanas que afectan al ambiente, tales como las pruebas nucleares, la caza de ballenas, el desecho de tóxicos en el mar, así como también la tala ilegal e indiscriminada del mangle, para favorecer a la industria camaronera.
Este 2024, a 25 años de esa primera reunión, los Pueblos del Mar y del Manglar publican un nuevo manifiesto que convoca a la comunidad global, a cada ciudadano del planeta, a protegerlo y restaurarlo, como un acto efectivo de reversión de la crisis climática. La restauración del mangle, así como el empoderamiento de los pueblos que lo habitan, garantiza el legado de biodiversidad y riqueza natural, pues este complejo sistema de vida no solo beneficia la subsistencia marina, también brinda beneficios directos a la humanidad: filtra el agua, reduce la contaminación, estabiliza el suelo, previene la erosión y reduce la temperatura costera, entre muchos otros aspectos.