Según la RAE: «mugre es un sustantivo que significa suciedad grasienta». Los sinónimos son: «basura» o «porquería». Banda, puede ser desde un velo, o banda de rock o hip hop; pero también las bandas del cartel Jalisco Nueva Generación, cartel de Los Rojos o Los Lobos. El hecho es que una banda, autodenominada MugreSur, al parecer, con recursos públicos, escenificaron la muerte simbólica del presidente Daniel Noboa, con ahorcamiento.
Algunos dicen que es libertad de expresión. Mientras antes aplaudieron al ególatra caudillo que, pretendió agredir a un adolescente porque dobló su brazo a la altura del codo y mostró con disgusto su dedo intermedio. Vieja costumbre ya utilizada en la antigua Grecia. Los mismos que aprobaron que su guía, dispuso la prisión de un modesto propietario de una camioneta que llevaba el monigote de un borrego.
En el suceso festivo, alguien, disfrazado de lobo, excitaba al odio, simulando el ahorcamiento del jefe de Estado. Arengaba, sin pelos en la lengua: «les voy a dedicar al 52% de florindos hijos de puta…», refiriéndose a la mayoría de los ciudadanos que sufragaron por Daniel Noboa y no por la asistente de Rafael Correa. Pregonaron el odio y la muerte. Todo esto, organizado por la secretaria de cultura del municipio de Quito, con los impuestos que pagan los contribuyentes. ¿Es cultura la dialéctica del odio, la banalización del resentimiento y la incitación a la violencia? No lo es. Significa la tanatopolítica, de la que hablo Michel Foucault, en este caso, administrada por el poder mugriento, propio del extremismo fanático y la concepción totalitaria de la política.
Para cerrar este feo hecho, leamos lo que dijo Voltaire: «Es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran». Y Raymond Aron: «La violencia es el arma de los débiles, aquellos que no saben convencer con argumentos» O «el fanatismo político es una amenaza para la democracia y la libertad individual».
¿En qué momento una salvajada indecorosa se presenta como expresión de cultura? Desde cuando se pretendió homogeneizar la sociedad alrededor de un colérico gobernante rencoroso. Desde que se extravió la política y se abandonó la pluralidad, la tolerancia y la ética. Desde el momento en que el populismo del rencor diseminó el odio y acabó con la racionalidad.