No lo conozco, señor Embajador. Tampoco busco su amistad, ni menos que se me invite al coctel que cada 4 de Julio se organiza en conmemoración del Día de la Independencia de los Estados Unidos. Pero debo admitir, a pesar de que al presidente Correa no le guste lo que voy a expresar, que su respuesta al Primer Mandatario, luego de haber sido usted ofendido el sábado pasado, es de todo un caballero y de un diplomático formado en la escuela del Derecho Internacional Público. Su actitud, pese a haber sido maltratado en el último show sabatino, no tiene punto de comparación con la reacción del embajador Riofrío, quien, ante un injusto ataque físico, actuó sin reparar que era el representante personal del presidente Correa ante el pueblo y Gobierno del Perú. Talvez por imitar a su jefe que reta a golpes (en términos coloquiales, a “quiños”) a sus adversarios, es que ante la agresión propinada por dos mujeres que dejaron de ser damas para rebajarse a meras luchadoras callejeras, nuestro Embajador se enfrascó en un asalto de kick boxing, que desembocó en un ‘impasse’ entre dos naciones.
Pero usted, señor embajador Namm, siendo atacado por el presidente Correa, en su respuesta empleó términos corteses y firmes, talvez más contundentes que un jab de izquierda encajado en el mentón del contrincante. Su frase fue cierta, muy cierta, que no creo la valoren en su real dimensión el Mandatario ni sus asesores. Usted, señor Embajador, dijo y aplicó “el respeto y la tolerancia son los cimientos de las sociedades libres”. Esto se pone en práctica cuando se vive en un Régimen de derecho, no un sistema en que el culto a la persona y la voluntad de un personaje, son las únicas verdades.
Otra demostración de profesionalismo y respeto a las instituciones y al país ante el cual usted ha sido acreditado, es su frase: “El gobierno de los Estados Unidos continuará manteniendo su posición de defensa de la libertad de expresión como un derecho humano universal”. Ha dicho verdades, señor embajador Namm, que talvez le cuesten (nos cuesten), ser mencionados en la próxima sabatina. Posiblemente a usted lo declaren persona non grata, y a mí me califiquen de traidor a la patria, o me reten a trompones, que es una de las fórmulas que el Gobierno tiene para saldar cuentas con aquellos que no concuerdan con sus opiniones.
Sin temor a equivocarme, creo que el sábado pasado el Presidente lo condecoró al proferirle los calificativos de “malcriadito” y “metidito”. Considero que usted, señor Embajador, no es un metido, ni menos un malcriado. Habló alto sobre la libertad de expresión, y eso duele a quien no la respeta.
Mi visa para ingresar a los Estados Unidos, venció. Obtendré una nueva de inmediato. One never knows, Mr. Ambassador.