El martes de Carnaval en viaje a Paute recibimos un baldazo de agua fría. Solo entonces recordé aquellos años en que mojábamos y nos mojaban a diestra y siniestra. Risas o malhumores, los jóvenes corríamos a escondernos y los viejos nos perseguían a retarnos.
Por años se habló de “culturizar” esta salvaje fiesta en que muchos terminaban embarrados de harina y dulce de higos. Lo que me enteré más tarde en mis largos años de vida en la provincia del Azuay –carnavalera al máximo- era que la fiesta se celebraba en casa (o en las quintas), que era uno de los momentos más importantes de compartir con la familia. En realidad sigue siendo casi sagrado; no hay familia que no mate un chancho, prepare motepata, dulce de membrillos, o el casi perdido puchaperro, maravillosa colada de capulíes y otras frutas de la región.
La consigna: estar juntos. Mojar sigue estando a la orden del día aunque llueva a cántaros, comer y tomar hasta hartarse, igual.
En la cuenca del río Paute y el corredor turístico del Santa Bárbara el tema sigue siendo de primer orden, ahora apoyado de forma oficial por la Prefectura del Azuay.
Este año más que ningún otro han abundado las ferias gastronómicas y artesanales, los shows artísticos bailables, los desfiles “culturales”, festivales de bandas o elecciones de reinas.
El turismo tanto interno como nacional ha sido verdaderamente sorprendente, seguramente se han movido miles de dólares favoreciendo los bolsillos de sectores menos pudientes.
En Cuenca se ha combinado un festival de danzas árabes, el Pawkar Raymi Tayta Carnaval, los conciertos de la India Meliyará y su sonora, y finalmente el Jueves de Compadres y Comadres, antigua costumbre resucitada de escombros por la Fundación Municipal Turismo para Cuenca.
Se me escapan muchos actos, la programación ha sido abrumadora, la respuesta también. Pero’
A pesar de que me declaro feliz de la celebración, de aquellas manifestaciones privadas y sentidas, hay algo que no me cuadra del todo.
Tengo la impresión de que a nivel de celebraciones públicas aceptamos todo lo de fuera indiscriminadamente y que paralelamente se van armando pseudo carnavales brasileros o barranquilleros promovidos desde la oficialidad para anonadar y conquistar al novelero pueblo.
Que vamos literalmente desplazando aquello que fue nuestro. Nos cuesta mucho cultivar, retomar, enriquecer a partir de lo que hemos construido, sin satanizarnos.
Quisiera descubrir a quien se le ocurrió que mojar era pecado y que las fiestas solo podían celebrarse con flores, frutas y horribles reinitas semidesnudas, o que en su defecto se debía huir de las fiestas salvajes buscando todo menos carnavales.