Siempre me pareció apasionante la etimología porque permite entender algunos vocablos de uso diario que los repetimos sin detenernos a reflexionar de dónde salieron, por qué se introdujeron en el idioma y, lo que es tan importante, saber si lo que decimos tiene sentido. Entre esas grafías figura morlaco que, según la Academia Española que norma nuestra lengua, proviene del italiano ‘morlacco’ (hombre rústico). Es también un adjetivo con el cual se califica a una persona que finge tontería o ignorancia.
En el tango ‘Mano a mano’, cuya autoría es de Celedonio Flores y que fuera inmortalizado por Carlos Gardel, se menciona esta grafía “…los morlacos del otario los jugás a la marchanta…”. De acuerdo con el mismo diccionario, en El Salvador significa dinero, lo cual coincide con el lunfardo, el habla popular que era muy común en Buenos Aires.
El 24 de julio Marcelo Dotti leyó un editorial en Radio Sucesos que lo tituló ‘Morlaco’. Me pareció interesante y novedoso. Le pedí que lo comparta, luego se lo reenvié a amigos y colegas cuencanos que, en su mayoría, lo comentaron con bastante agrado. Dotti anotaba en su editorial: “El término morlaco es de esos que no resulta amigable al oído y está en el rango de las palabras que suenan feo”.
Dotti recordaba que desde los tiempos romanos se conocía como ‘morlacus’ a las monedas falsas que acuñaron las tribus germánicas y que las introdujeron en el Imperio provocando inflación y desabastecimiento allá por los años cuarenta antes de Cristo. No es un apodo elogioso.
En el Ecuador colonial, refiere Dotti, Eugenio Espejo, que no tenía buen concepto del Corregimiento de Cuenca, fue el primero en llamar a los actuales azuayos como morlacos. Pero los cuencanos, inteligentes como son, se han tomado el polémico mote muy a la broma, al punto de que más de uno de ellos ha ensalzado la condición de ser morlaco y han convertido el gentilicio morlaquía en algo digno de ufanarse. Durante los festejos de la Fundación de Cuenca se elige a la morlaquita, equivalente a la quinceañera de la fiesta.
Mantengo la reserva del nombre de un apreciado colega cuencano que, entre otras ideas sobre la grafía expresó esto: “Mi suegra, en alguna ocasión, me comentaba, por ejemplo, que el músico Gonzalo Benítez decía que no entendía por qué los cuencanos no reclamábamos cuando nos llamaban morlacos”.
Personalmente, me dijo, “no me molesta de ninguna manera que me digan morlaco. Además, creo que la palabra es una especie de marca, de bandera que tenemos los cuencanos. Recuerdo que existe un famoso y sabroso sánduche morlaco, al Deportivo Cuenca le conocen como el club morlaco y así hay más ejemplos”.
Cree este colega, y con sobrada razón, que parece ser un tema generacional, que pudiera molestar a los cuencanos de 60, 70 o más años, pero no a las más recientes generaciones y que, en su caso, no les molesta para nada.