José Velásquez

Morir con dignidad

Víctor y Martha eligieron el día y la hora de sus muertes tras desenredarse un nudo legal que les impedía solicitar la eutanasia en Colombia. Ninguno era paciente terminal pero ambos padecían enfermedades que les causaban dolor progresivo y les impedían tener una vida normal.La eutanasia es legal en Colombia desde 1997 pero recién se reglamentó en 2015. El año pasado la Corte Constitucional resolvió incluir a las personas con gran sufrimiento físico y emocional producto de problemas degenerativos. Un sondeo de opinión en noviembre señala que el 72% de los colombianos está a favor.

¿Es un debate que se debe abrir en Ecuador? Definitivamente hay que escuchar a las personas atrapadas en cuerpos que no funcionan. Como católico que soy, mi fe me dice que solo Dios quien nos pone y nos lleva de esta tierra, pero mi conciencia colectiva me obliga a pensar en los más vulnerables.No recuerdo ningún tratado o ley que se refiera al derecho a morir. Todo lo contrario. Nuestra Constitución, por ejemplo, dice que el Estado “reconocerá y garantizará la vida” aunque también destaca “el derecho a una vida con dignidad”. Nuestro Código Penal castiga a la instigación al suicidio, pero se debe entender que la eutanasia es una muerte asistida en casos excepcionales y bajo el control del estado.

Si la muerte es parte de la vida, y si promulgamos la vida digna, ¿no es lógico considerar una muerte digna en lugar de una lenta tortura? ¿No podría ser concebida como una extensión de los cuidados paliativos en situaciones extremas? Solo quien ha visto sufrir a un ser amado puede lejanamente entender lo que siente un paciente que solicita la eutanasia. Y así como el aborto en caso de violación no es una invitación a “matar bebés”, la discusión sobre la eutanasia no puede ser abaratada por el fanatismo. Cualquier conflicto ético debe estar fundamentado en la compasión.

Si no hay un análisis serio y profundo, muchos de nuestros Víctores y Marthas buscarán morir en suelo ajeno.

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