El país parece seguir en esos viejos tiempos -en verdad no muy lejanos- en que los dirigentes pensaban que era relativamente fácil mantener un discurso para el público interno y otro para el externo. Pero la política exterior, comercial y diplomática, deja cada vez menos espacio para tan tentadores mensajes bipolares.
El presidente Moreno dice que quiere llegar a un acuerdo comercial con Estados Unidos, lo cual significaría no seguir dependiendo de la aprobación episódica del Sistema General de Preferencias por parte de la legislatura de ese país. Pero implica condiciones de lado y lado que Ecuador no estuvo dispuesto a aceptar y que será difícil cumplir en el corto plazo.
Por algo se empieza. Es posible que el Ejecutivo, con Moreno a la cabeza, haya llegado a la conclusión de que es indispensable contar con un acuerdo con nuestro principal socio comercial. Cuando el Ecuador gobernado por Correa se montó a regañadientes en el acuerdo con la Unión Europea, lo hizo tarde y de mala gana pero obligado por la realidad.
Se ha reactivado el Consejo de Comercio e Inversiones, que no se reunía desde 2009, es decir, desde los tiempos de la soberanía sin beneficio de inventario. Y si bien el Ministerio de Comercio Exterior hace un trabajo proactivo, quizás este no sea el mejor momento para hablar de acuerdos duraderos. Para empezar, existen barreras comerciales y tasas aduaneras.
Es posible que, dado el magro resultado, se desmonte la tasa aduanera, pero es difícil que el plan que anunciará Moreno en los próximos días prescinda de medidas restrictivas para evitar la salida de divisas o proteger a la industria local. Estados Unidos también reclama por las patentes y la propiedad intelectual, así como por los juicios a sus empresas.
¿Es consciente el presidente Moreno de que el manejo diplomático, uno de los componentes de la política exterior junto con el comercio, también debiera alinearse con su declarada intención de alcanzar un acuerdo con Estados Unidos? La posición sobre los derechos humanos y la democracia en Venezuela, así como el affaire Assange, no favorece el interés ecuatoriano.
Es desconcertante que, con esos pasivos, el Ecuador se lance a la Presidencia de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Esta será para un país de América Latina, pero hay un principio no escrito de alternabilidad que se está irrespetando. Ecuador ostentó esa dignidad hace 45 años y hay países que esperan la primera ronda.
Se dice que Honduras, parte del Grupo de Lima, cabildeaba por primera vez la candidatura. Sería grave que por desconocimiento o ambición, y a nombre de una postura a favor del régimen venezolano -que ha sido incoherente con los compromisos económicos con Ecuador-, se dé una nueva muestra de la larga y gratuita diplomacia bipolar.
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