Una cantante chilena dice que no le parece mal asaltar supermercados. Un líder indígena ecuatoriano se siente con el derecho de ortigar al vicepresidente de la República. Y ambos están profundamente convencidos de lo que dicen.
¿Como puede ser que dos personas informadas argumenten abiertamente a favor de cosas ilegales? Y que, además, lo hagan sin siquiera ruborizarse, sin mostrar el más mínimo arrepentimiento porque robar es malo o porque golpear a una persona viola, entre muchas otras cosas, sus derechos humanos.
Posiblemente lo hacen porque se sienten moralmente superiores, dueños de derechos y conocimientos que sólo ellos poseen y que les permiten justificar cualquier ilegalidad, cualquier agresión porque ellos están defendiendo causas ‘justas’ y que, por lo tanto, quienes opinan diferente están defendiendo causas ‘injustas’, lo que les convierte automáticamente, en malos, despreciables, agredibles.
La justificación de la cantante chilena para poder saquear supermercados es que “ellos siempre me han robado”, algo que se podría entender como que le han cobrado precios altos, gracias a lo cual han tenido ganancias monopólicas. Claro que en ese momento surgen varias preguntas como ¿por qué no compró en otro lado? o ¿de qué manera la obligaron a comprar ahí?
Por su parte, la justificación del dirigente indígena para amenazar con violencia al vicepresidente es que “él está visitando las comunidades”, en lo que se olvida que la libertad de circulación es uno de los derechos básicos de cada ecuatoriano y que, si bien no está escrito en ningún lado, el conocimiento de la realidad de cada rincón del país es una obligación de cualquier gobernante.
Pero eso es irrelevante, ese dirigente está convencido que no tiene por qué respetar esas leyes y esos derechos porque él está luchando contra opresores que, además, se han vendido al imperio.
Esas son posiciones muy cómodas de ambos, porque su supuesta “superioridad moral” les permite acomodar las reglas a su gusto y encontrar como bueno a todo aquello que quieran hacer y como malo a todo aquello que hagan quienes piensan distinto.
Esa es, quizás, la característica más evidente del fanático: el poder adaptar las reglas a sus deseos, en lugar de limitar sus deseos en función de las reglas. El problema es que con opiniones de ese estilo no vamos a llegar a ningún lado y, sobre todo, no vamos a llegar a ningún consenso ni en el Ecuador ni en América Latina y lo único que estamos preparando es el camino hacia más y más intolerancia.
Parafraseando a un sacerdote jesuita: En este mundo hay gente loca y hay gente loca ideologizada. Y los locos ideologizados son los más peligrosos porque creen que tiene a la moral de su lado.