El próximo viernes, 25 de diciembre, será Navidad. Y el 24 en la noche, buena a pesar de todo, nos reuniremos en torno al portal. El nacimiento es un arte breve que cada año se reinventa, frente a la dolorosa conciencia de los que faltan y ya no están. Más de un poeta ha reflejado con carácter simbólico la fiesta y el reencuentro navideño, lleno de presencias y de ausencias definitivas. Nunca se llora tanto al ausente como en Navidad. Lo reflejaba intensamente Lorenzo Gomis, poeta y periodista: “Olor de musgo, olor de infancia / de muertos que se ríen como niños, / de muertos que renacen y hacen guiños / jugando con la tierra, madre viva”.
A todos, en esa noche santa, se nos pone cara de buenos y hasta el mínimo gesto de cariño se vuelve grande y nos engrandece… Pero la Navidad son más cosas: la soledad que encarcela al que no tiene dónde ni con quién huir; la desesperación del que habita lejos de su estirpe; la agonía del que se come lo que no tiene; la hipocresía del que aparenta lo que no es ni nunca será; la dureza de corazón del corrupto que trafica con la medicina del pobre; la tristeza de los sin papeles; la maldición del que quiere y no puede; las palabras falsas del que piensa que hacer política es ganar las elecciones; la estafa permanente de los chulqueros; el abuso de poder de quien abusa de los pequeños; la mala sangre del coyotero…
Son las sombras del Belén, esa tristeza que emerge cuando la noche es aún larga y parece que el Niño no acaba de llegar. Hasta que los Reyes Magos se acercan poco a poco y nos adentran en un mundo enigmático, pleno, imán irresistible para los que soñamos un mundo mejor. Lean las palabras bellas de Jorge Guillén: “Aquellos reyes de paz, ¿qué dieron a tu niñez?”. Guillén responde que la esperanza. Estos reyes nos devuelven a la infancia, a la ilusión, al cariño, al esfuerzo sobrehumano de los padres que nos dieron todo lo que tenían y aún más. Y nos lo siguen dando, presentes o ausentes. Es el mejor regalo: la familia, su cobijo y la felicidad de verse, de tocarse nuevamente, de sentirse y de amarse. Por eso, rompan con la hipocresía de pensar que cuanto más grande es el regalo más grande es el amor, que cuanto más recibo más me quieren,… No es verdad. El gran signo es el reencuentro, la certeza de que hay Alguien pequeño e imprescindible como nuestra fe, que nos reúne y nos salva de nuestros propios sinsabores. Lo demás es un fraude que nos pervierte.
Navidad es el tiempo de la memoria, pero también del reconocimiento. Es día para recordar a todos los voluntarios y colaboradores de Cáritas, al personal de salud que nos cuida, a quienes trabajan para conservar la Amazonia, a quienes se quitan un pan de la boca, a quienes se sienten dichosos por ser justos aunque los llamen tontos, a quienes siguen siendo fieles a pesar de las sombras de la vida y de la muerte. Para todos, feliz Navidad.