Pablo Mendelevich
La Nación, Argentina, GDA
Se confirmó: en la Argentina hay, o hubo hace poco y se terminó, una monarquía. Es asombroso que justo Cristina Kirchner opine que cuando un presidente tiene un favorito para sucederlo no hay democracia. “Favoritos tienen los reyes, eso no es democracia, es de la monarquía”, dijo en una entrevista con la cadena estatal rusa RT al responder a la pregunta de ¿quién era su favorito para las próximas elecciones? Parece haber olvidado que su antecesor en la Casa Rosada, que era su marido, tuvo un favorito: ella. Por eso se convirtió en la segunda mujer que llega a la Presidencia.
Aun si se piensa que sus calificaciones para obtener la candidatura presidencial en 2007 eran incuestionables, lo que le prodigó esa candidatura no fue una interna, un congreso partidario ni nada parecido, sino el favoritismo tramitado en forma solitaria por Néstor Kirchner. “El próximo presidente será pingüino o pingüina”, repetía Kirchner sobre el final de su mandato cuando quería mantener el suspenso acerca de si él iba a la reelección o impulsaba la candidatura de su esposa.
Desde posiciones más atentas a las formas republicanas ese sistema sucesorio de factura conyugal fue en su momento objeto de diversas críticas, muchas de las cuales hacían alusión, precisamente, al sesgo monárquico.
Pero ahora la propia Cristina Kirchner sostiene que tener un favorito es algo monárquico, o sea indigno de la democracia. Es cierto, en Rusia la Presidenta parecía estar especialmente enredada con los espejos: también dijo que “mucha gente se queda atrapada en la lógica binaria amigo-enemigo”. Se supone que hablaba de los demás.
Muchos analistas pasarán por alto el valor ideológico de su condena democrática a la posibilidad de tener un favorito, atrapados probablemente por la interpretación política instantánea. Al negarse a mencionar a un favorito, dirán, la Presidenta nos está anunciando que no escoge entre Scioli y Randazzo o algún otro. Juega a la prescindencia. Solo que pudo haber eludido o postergado un pronunciamiento de mil maneras. Se ignora si por ligereza, un lapsus linguae, una estrategia o mero desdén deslizó esta formidable contradicción con su propio historial.
En su momento el favoritismo que a ella la ungió presidenta mereció reproches porque se trataba de un matrimonio que se sucedía en el poder. Las postas violentaban el espíritu de la cláusula constitucional que limita a dos mandatos consecutivos el ejercicio de la Presidencia. Claro que los constituyentes se referían a una misma persona, nunca se les ocurrió que un matrimonio de políticos podría burlar el espíritu de la norma sine die, por lo menos mientras la salud los acompañase.
Que fue justamente lo que al final no sucedió con los Kirchner. Ensu momento el favoritismo que a ella la ungió presidenta mereció reproches porque se trataba de un matrimonio que se sucedía en el poder. Las postas violentaban el espíritu de la cláusula constitucional que limita a dos mandatos consecutivos el ejercicio de la Presidencia.
En Moscú, la Presidenta solo aseguró, convencida de que los rusos le creerán, que ella no actúa como una reina…