La mitología griega tiene un curioso personaje de nombre Damastes, más conocido por su apodo, Procusto (en griego Procrustes) que significa estirador. Cuenta la historia que era hijo del dios del mar, Poseidón y posadero en Eleusis. A todos sus huéspedes les obligaba a tenderse en un camastro de hierro; si resultaba demasiado largo le aserraba las piernas y si era pequeño para el camastro le estiraba hasta descoyuntarlo. ‘El lecho de Procusto’ ha quedado en la historia como expresión proverbial para referirse a quienes pretenden imponer a los demás su particular visión del mundo. Puede aplicarse también al anhelo de imponer un modelo único, eliminando la libertad de elegir entre varias alternativas.
La libertad aguza la imaginación y la creatividad que son la fuente de donde mana el progreso humano. La aplicación de dogmas y modelos oficiales ha tenido pésimos resultados como han probado desde la Iglesia Católica hasta el desaparecido colectivismo marxista. El fomento de la creatividad ha dado generosos resultados para el arte, la tecnología y la ciencia.
Las universidades ecuatorianas, según voceros de las privadas, han sido obligadas a tenderse en el lecho de Procusto de un modelo único ideado por el Consejo de Educación Superior que pretende uniformar a todas las instituciones de educación superior, públicas y privadas, sometidas a un control absoluto y amenazadas por un reglamento de sanciones. El resultado es la paralización del sistema, porque los objetivos son utópicos, se destruye lo que mejor funcionaba y la educación superior avanzará inevitablemente en dirección contraria a la innovación.
Las leyes y reglamentos que rigen el sistema electoral funcionan también como el camastro de Procusto. Como era evidente que las organizaciones de la vieja partidocracia no se ajustaban a las medidas deseables, les serrucharon los presupuestos de campaña, los tiempos de publicidad y las noticias en los medios; les recortaron participación en organismos del Estado y facultades en la Asamblea y, por último, les han extirpado una tercera parte de sus afiliados utilizando el serrucho bronco de la verificación de firmas. Los líderes de los partidos afectados sospechan que se trata de evitar que ganen las elecciones.
La misma ciudadanía pudiera llegar a comportarse como el posadero de Eleusis, en caso de que se dejara seducir por las apariencias y aprobara el código de ética de la Asamblea Nacional. Ese código pudiera conducir a la depuración de los parlamentarios más críticos, más activos, más creativos, más libres. En la Asamblea quedarían los más sumisos, los disciplinados, los que no proponen nada y aprueban todo. La democracia verdadera solo es posible en libertad. Si cada ciudadano pretende imponer a los demás su particular visión del mundo, resulta imposible la convivencia pacífica.