La dirigencia del Partido Socialista informó que esa organización había obtenido grandes avances electorales: más de veinte alcaldes, presencia en sobre cincuenta municipios y cien juntas parroquiales. Anunció que siguen apoyando al Régimen, que plantean un “frente” con el Movimiento País y las demás fuerzas del Gobierno, y una reforma constitucional para permitir la reelección indefinida del presidente Correa. En entrevista de este diario, el asambleísta Fabián Solano, que preside la cuestionada dirigencia del PS, ratificó los anuncios y dijo que los avances se debían a Rafael Correa, quien había “puesto de moda” al socialismo.
Los indudables éxitos electorales merecen destacarse. De eso no cabe duda. Pero las propuestas y criterios expuestos demandan precisiones, que se suman al rechazo frontal de los socialistas que se oponen al Gobierno, e incluso de algunos que colaboran con él.
Que el Gobierno promueve el socialismo es algo que ya nadie cree. Está claro que el correísmo lleva al país al capitalismo del siglo XXI. El socialismo no es una “moda”. Es un modo de vida que surge de la lucha del pueblo. Se desarrolla, no porque algún caudillo utiliza sus propuestas, sino porque el pueblo lo organiza como instrumento de lucha. Por otra parte, es evidente que, lejos de promoverlo, el correísmo ha maltratado al Partido Socialista, su supuesto aliado, lo ha dividido y ha cooptado a varios de sus militantes.
Aprovechar lo que pudo haber sido motivo legítimo de celebración de un indudable éxito para anunciar la reforma que permita la reelección indefinida es una inconsecuencia y un despropósito. Semejante idea ha sido rechazada durante más de ochenta años en la vida del Partido Socialista, pionero de la tesis de la no reelección presidencial en su lucha contra el velasquismo. Es insólito, por decir lo menos, que se la proponga sin ninguna consulta a las bases, a las organizaciones sociales, inclusive a los organismos directivos espurios que gozan del reconocimiento oficial, para agradar al poder incondicionalmente.
Tal parece que quienes fungen de dirigentes no se dieron cuenta de que los candidatos y la gente que levantó las banderas socialistas en la campaña no lo hicieron para ponerse de alfombra del Gobierno, sino por reclamarle promesas incumplidas, actos de prepotencia, sectarismo y abuso. Esa gente quiere alianzas de izquierda con las organizaciones sociales, un socialismo con personalidad propia, autónomo y diferenciado del caudillismo. En muchos casos tuvieron a la lista 35 como adversario. Y le ganaron contra el aparato de Gobierno, sus presiones y poder económico.
En fin, quienes creen que la reconstitución que busca recobrar la lucha del socialismo es una “moda”, al menos no deberían adjudicarla al caudillo de turno, sino a los propios socialistas.