Hace poco tiempo me quejaba amargamente cómo el sistema democrático terminaba en el trasto debido a la manipulación que hacen los candidatos políticos de sus mensajes. Para llegar al poder hay que prostituir totalmente el discurso de tal manera que absolutamente todos los ciudadanos puedan identificarse con él. He aquí el gran problema de la arquitectura democrática; si el objetivo de un partido deja de ser el canalizar una tendencia ideológica hacia las instituciones públicas para priorizar la obtención del poder, entonces estamos ante un juego completamente diferente. En el primer caso cada candidato mantiene un discurso fiel a su tendencia, y a la cabeza del Estado llega quien defienda la ideología con mayor apoyo popular. En el segundo caso, cada candidato intenta elaborar el discurso más adaptable a cualquier gusto, y el equipo vencedor es quien logra la formidable proeza de un discurso que diga lo que cada uno quiere oír.
El gran problema es que, como el discurso es tan manipulado y vacío de contenido, los ciudadanos no tienen una **** idea de a quién votan o cuáles son las ideas que los gobernaran.
Lógicamente, mientras más grupos dispares hay que convencer, más bizarro se vuelve el discurso de manipulación. Así nos topamos con campañas que son una verdadera fanesca de posiciones políticas, con todo lo imaginable adentro.
El paroxismo de esto es el candidato republicano estadounidense Mitt Romney. Durante esta campaña ha dicho “ser conservador hasta su núcleo”, y poco después “caracterizarse por ser un gran moderado”. Es el imperio de todo y su contrario, hasta el punto de lo absurdo, ad exemplum “como nación podemos hacer errores de vez en cuando y pisar los pies de los demás ocasionalmente, y diremos ‘lo siento’ en estos casos, pero pedir disculpas por América es algo que jamás, jamás haré como presidente de los EE.UU.”
Cuando fue gobernador de Massachusetts, este candidato creó un sistema de seguridad social casi idéntico al sistema impulsado por Obama. Sin embargo, cuando percibió que no iba a ser capaz de lograr las elecciones primarias republicanas sin atacar frontalmente la medida del actual Mandatario, no vaciló, y se sumó al tropel de republicanos que demonizaban el programa de “Obamacare”.
Frente a una campaña tan traicionera, ¿cómo podría un estadounidense saber quién es el verdadero Romney? ¿Cómo podremos, nosotros ecuatorianos, conocer en qué consistiría este gobierno con el que tendríamos que lidiar? Hay una pista, George Bush, el señor de Iraq, el que estuvo en el poder los ocho años que precedieron la gran crisis financiera que definió mi generación; todo el ejército de políticos, consejeros y funcionarios que sostuvieron ese régimen, son quienes volverían con la llegada de Romney.