Este fin de semana, los países más poderosos del planeta se reúnen en Biarritz para su cumbre anual. Y la noticia central es el caos que enfrenta cada uno interna e internacionalmente. Es difícil recordar una cita más problemática en la historia del G7. Francia convocó la reunión para tratar la desigualdad social, en medio de la todavía reciente crisis de los chalecos amarillos y el ascenso de la derecha nacionalista y anti-migrantes. Pero ahora, Francia y Alemania quieren poner el cambio climático y los incendios en la Amazonía en el centro del debate y convencer a Donald Trump de tomar acciones urgentes e inmediatas.
Olvidándose de que se trata de Trump y si hay algo que sabemos imposible es que él tenga alguna capacidad de comprensión de la realidad, por fuera de sus inmediatos intereses. Y su único interés por ahora, aparte de crear un escándalo en medio de la cumbre que le dé una semana de polémica gratis en televisión, es reinsertar a Rusia en el Grupo. ¿Recuerdan el G7+1 ó G8? La ilusión terminó cuando Rusia intervino abusivamente en las elecciones de todas las democracias de sus pares una por una: Francia, Alemania, Reino Unido y, por supuesto, Estados Unidos. Así que es natural que el líder beneficiario de los servicios electorales de Vladimir Putin quiera restaurar su membresía.
Con la ayuda de Japón, China demanda restaurar el orden internacional liberal favorable al libre comercio que Trump ha puesto completamente en riesgo (¿Increíble, verdad?) con su guerra proteccionista. Pero la crisis en Hong Kong opaca seriamente su legitimidad y credibilidad en Occidente y tendrá que conformarse con convencer a Trump de -al menos- mantener abierto los caminos de diálogo comercial. No faltará la prédica democrática del estrambótico premier inglés, Boris Johnson, olvidándose de que el Reino Unido nunca estableció un régimen democrático cuando ocupó ese territorio.
Este breve recuento sirve para desmitificar el llamado “orden internacional” que se volvió una muletilla para la izquierda. Arjun Chowdhury acaba de publicar una buena explicación de porqué el G7 no funciona y parte del problema es que asumimos un orden internacional que simplemente no existe. Es un mito muy bien montado. No puede haber orden porque no hay jerarquías, ni siquiera gobernanza que funcione entre ellos. La seguridad colectiva depende de un delicado equilibrio sólo posible ahora porque los estados están dispuestos a extenuar todos los caminos, humillarse incluso, si con eso pueden evitar las cuantiosas perdidas económicas que apenas una guerra focalizada puede representar. La realidad es que aún los estados más ricos y militarmente poderosos son realmente débiles internamente. La lección es evidente. Incluso los estados poderosos pueden sucumbir ante crisis internas o gobiernos fallidos como es el caso de EE.UU. ahora con Trump, Francia con Macron o el Reino Unido con Brexit.