Según la mitología histórica ecuatoriana, refrescada y reforzada permanentemente por las políticas del presente, que según el historiador Eric Hobsbawm corresponden a la necesidades de los estados, de las naciones o de los políticos, de inventar tradiciones para reforzar sus cohesiones, sentidos históricos e identitarios, hay dos grandes campeones de la modernidad y de la afirmación del Estado Nacional: los presidentes Gabriel García Moreno (1860-1875) y Eloy Alfaro (1895-1912). Uno ubicado en las derechas y otro en las izquierdas. Uno, máxima figura del conservadorismo, y otro del liberalismo radical. Los dos grandes reformadores, desde su particular enfoque, utilizaron la educación como columna vertebral de sus proyectos modernizantes. Sin embargo, debido a la pervivencia y fuerza política que adquirió el liberalismo en el siglo XX, a difusores, el mito liberal y su propuesta aparecen como fundantes del Ecuador “moderno”, término que es concebido e identificado como progreso, justicia e igualdad.
Los gobiernos liberales desde 1895 hasta 1912, dirigidos o influidos por Don Eloy, aparecen como líderes de una transformación profunda, de una revolución, la “única que ha tenido el Ecuador”, según repiten en aulas y oficinas, muchos ecuatorianos. Entonces, varias de las políticas del liberalismo de inicio del siglo XX, aparecen mitificadas, monumentalizadas, tal cual sucede con su líder. Una de ellas, la reforma educativa.
Sin embargo, algunos actores cercanos a la revolución fueron muy críticos con el periodo alfarista. Ya en 1913, el Ministro de Instrucción Pública, Luis Napoleón Dillon, ayudó a romper el mito con la idea de empujar al Ecuador a una seria revisión de la reforma educativa. Cuenta Dillon en su informe, tal vez exagerando las tintas, pero poniendo al frente un necesario espejo: “Llama, en verdad, la atención que, habiendo decurrido ya la primera centuria de vida independiente, nos encontramos, sin embargo, en cuanto métodos de enseñanza, edificios, material escolar y preparación del personal docente –excepcionando lo que sea excepcionable- poco menos que en pleno periodo colonial”… “ languidece la enseñanza común… en la fundamental desorganización de la que fluyen, como efectos inmediatos, las dificultades económicas, la carencia de edificios, la escasez del mueblaje y útiles, la falta de estímulo para el personal docente y aquel viejo empirismo y tranquila ignorancia de todo cuanto se hace y progresa diariamente…”.
Viniendo a nuestros días, para la intelectualidad de la revolución ciudadana, el tercer campeón de la modernidad ecuatoriana es Correa. Sin embargo, hasta hoy dentro de las filas oficiales y gubernamentales, no surge todavía el Dillon, que denuncie el fraude de algunas de las reformas educativas del correato.
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