Columnista invitado
SDLqEcuador ya cambió”, se repitió por estos días al conmemorarse nueve años de larevoluciónciudadana. La frase, que sintetiza las distintas manifestaciones que destacaron logros y plantearon los desafíos por venir, tiene un valor simbólico muy importante. No solo por lo que implica para el futuro sino por lo que no dice de aquel país que se fue.
Rafael Correa asumió el gobierno de Ecuador el 15 de enero de 2007 tras ganar en segunda vuelta con el 56,8% de los votos las elecciones de 2006 a Álvaro Noboa. En sus primeras palabras como presidente, el líder de la revolución ciudadana adelantaba la necesidad del cambio y lo que serían los pilares centrales de su gestión: bajo su mandato se instauraría una nueva forma de gobierno en un país que había sido saqueado por las políticas neoliberales, la corrupción y las desigualdades económicas y sociales.
Es importante no pasar por alto aquellas definiciones, ante tanta cifra o dato publicado que muchas veces están lejos de aportar herramientas que permitan encontrar nuevas soluciones a las nuevas dificultades que debe afrontar el país. ¿Cuánto crecerá el país en 2016?, ¿cuáles son los índices de desempleo? Claramente son indicadores que, entre muchos otros, nos permiten medir la salud de un país. Su temperatura, a la manera de cuando uno mide la temperatura de un cuerpo para conocer el estado de su salud.
Valga la analogía, si bien afrontando los coletazos de la economía internacional que han enfriado los índices económicos de toda la región, Ecuador está vivo, en movimiento y goza de una salud impensable hace una década atrás.
En el Ecuador anterior a la revolución ciudadana, se podía observar una ausencia de proyecto colectivo, provocada por una clase política que había marginado a amplios sectores. Como decía Eduardo Galeano, en referencia a nuestro país: “El autodesprecio desemboca en línea directa en la cultura de la impotencia”.
Hemos levantado nuestra autoestima y miramos al futuro con una fuerte impronta de progreso y transformación. Sin dudas, la Nación ha crecido en sus sistemas educativos y de salud, ha fortalecido su economía y fundamentalmente se ha transformado en un país previsible.
La revolución ciudadana se propuso sacar a la superficie valores que estaban en la sociedad pero silenciados por un orden social conservador y este es quizás su mayor legado. Ecuador ha construido un nuevo punto de partida. A la par de afrontar la necesidad de reconstruir el tejido social y de hacer visibles los rostros del Ecuador que estaban escondidos eran las metas allá por 2007, durante estos años la dirigencia política parece haber entendido que no se puede gobernar de espaldas a la gente.
Sin convocar a la participación, sin claridad conceptual y sin respuestas concretas a las problemáticas demandadas, por más votos y recursos con los que se cuente inicialmente, no se puede sostener la legitimidad de un proyecto de gobierno. La respuesta siempre está en la mirada del pueblo.