La Revolución Juliana, de tintes izquierdistas, en los años 20, a través de Isidro Ayora, instituye la autonomía universitaria. Casi 90 años después, la Revolución Ciudadana, autoproclamada de izquierdas, en 2016, la hiere de muerte. La historia avanza, pero también retrocede, en este caso, de la mano de supuestos herederos de una tradición progresista. Explicación: la izquierda de la década de 1920, venía de una tradición democrática; la del 2007-2016, se nutre de una fuente autoritaria, la estalinista.
En efecto, en los últimos años, la autonomía ha sido golpeada, en medio de un silencio miedoso de buena parte de los actores universitarios. Unos, callados, sumisos; otros, oportunistas, frente a una no acreditación, disminución de rentas, o a suculentas consultorías elaboradas para edulcorar al poder. Si bien la mayoría de voces universitarias han sido sumisas, también se han levantado, valientes y dignas.
Pero, del maltrato, se va a la probable extinción de la autonomía. Tal aserto se respaldaría en la aprobación de una “aparente” reforma a la Ley Orgánica de Educación Superior, cuyo contenido se ha filtrado, y ha tenido respuesta, en las respetables universidades FLACSO y Andina.
Tales casas de estudio de excelencia, serían las principales afectadas de las mentadas reformas, ya que estarían obligadas a dejar de lado su estatus internacional, y someterse, bajo firma de convenio, a las autoridades y legislación nacional, a cambio de recibir las rentas correspondientes. De universidades pasarían a constituirse en meras oficinas sometidas a quienes manejen el Estado.
La autonomía es el espíritu de la universidad latinoamericana. Emergió en Córdoba-Argentina en 1918 y se regó por toda la región. Casi 10 años después la asumimos en el Ecuador. Fue la respuesta, surgida del seno del movimiento estudiantil, frente a una universidad cansada, jerárquica y atrasada. La Reforma de Córdoba es más que la autonomía, sin embargo es su corazón.
El pensamiento, la creatividad y el conocimiento surgen de la libertad. Del sometimiento salen panfletos, adulos y ficciones. La universidad, por definición, no es caja de resonancia del poder. No labora para uno y otro gobierno; trabaja para la sociedad. Dialoga y colabora con el Estado, pero también lo monitorea. La universidad no solo forma profesionales, construye ciencia y tecnología para el Estado, para la empresa y para la sociedad; también crea y difunde pensamiento para la humanidad. Es un foro de la democracia. Tales capacidades, constructivas y críticas, no las podría desarrollar sin libertad y autonomía. El modelo autoritario, para su supervivencia, pretende engullirse la autonomía universitaria. Temeraria ruta en medio de una aguda crisis. Solidaridad con la U. Andina y la Flacso.