La imagen de Frida Kahlo se la vende en jarros, llaveros y camisetas. Está en fotos y dibujos. Hay Fridas de todo, hasta con los labios de Angelina Jolie. Es uno de los “recuerdos” más ofertados para viajero en ferias de artesanías, en Ecuador y en toda América Latina.
Lo que sucedió con la imagen del Che, hoy sucede con la de Frida, personaje reivindicado por el feminismo latinoamericano. El capitalismo venció. Comercializó y envileció estos símbolos.
Este 8 de marzo, en calles y centros comerciales se veía a muchos hombres con flores y regalos esperando a sus novias o esposas para desearles un “lindo día”. En las radios y en las redes sociales, las “felicitaciones” a las mujeres se multiplicaban. Pero, es justo decirlo, la esencia de la fecha, era recordada por militantes, al señalar que no era un día de celebración banal sino de memoria y de lucha. Y así, testimoniaron las marchas y movilizaciones en el Ecuador y todo el mundo.
Pero el envilecimiento y utilización de estas imágenes, no sólo lo hace el capitalismo, sino políticos autodenominados “socialistas”, como R. Correa, que para implantar su proyecto modernizante y autoritario, mientras perseguía a líderes sociales y profundizaba el modelo extractivista con las multinacionales, se desgañitaba en las tarimas cantando al Ché Guevara. Y el mismo mesías, (como recuerda Simón Ordóñez en su artículo de Plan V), decía orgulloso en una de sus sabatinas:“Yo no sé si la igualdad de género mejora la democracia…¡Lo que es seguro es que ha mejorado la farra!”, al tiempo de convertir a varias feministas de Alianza País en sumisas cortesanas.
En otro nivel de análisis, el feminismo tiene diversas corrientes e interpretaciones. Unas, con serios enfoques de género, ligadas con las banderas equidad y justicia social, que las acercan políticamente a otros sectores oprimidos o excluidos. Y otras, que las hacen funcionales al sistema. El pensador Salvoj Zizek lo menciona: “La lucha feminista se puede articular en una cadena con la lucha progresista por la emancipación, o puede (y de hecho funciona) como una herramienta ideológica de las clases medias altas para reafirmar su superioridad sobre las clases bajas”.
En la misma línea, Nancy Fraser, académica feminista de la New School University de Nueva York, señala: “Como feminista, siempre he asumido que al luchar por la emancipación de las mujeres estaba construyendo un mundo mejor, más igualitario, justo y libre. Pero, últimamente, ha comenzado a preocuparme que los ideales originales promovidos por las feministas estén sirviendo para fines muy diferentes. Me inquieta, en particular, el que nuestra crítica al sexismo esté ahora sirviendo de justificación de nuevas formas de desigualdad y explotación”. Y de refuerzo del sexismo, lo digo yo.