Sí, el peor error que puede cometer el gobierno es bajar el presupuesto a la educación. No solo restaría recursos para las universidades, sino para la educación general, según dicen los medios.
Una equivocación política y estratégica. Reducir el presupuesto a la educación es dar un golpe a la gente en un tema altamente sensible y valorado, lo que políticamente para el gobierno significaría darse un tiro en el pie, ya que en las actuales condiciones, agravaría su debilitada imagen y daría un motivo muy fuerte para la activación de la movilización callejera, factor inexistente hasta hoy.
Con esta justificación las calles se llenarán de más inconformes. Ya en estos días los transportistas cierran carreteras y la marcha nacional indígena por el agua y por la defensa del Yasuní, ha recibido merecidamente alta simpatía de la población. La universidad convoca a movilizaciones que serán respaldadas por múltiples sectores sociales, ante lo cual, un gobierno que se considera sensible a lo social, terminará acogiendo las demandas, pero luego de un desgaste innecesario.
Pero si no cede, se producirá un divorcio muy grave. La gente verá en este régimen una reencarnación de los denominados gobiernos neoliberales, confirmando así las acusaciones de sus enemigos políticos, particularmente del correismo, que por ahora, es feliz al ver el desgaste gubernamental. Sin embargo, más allá de este insulso regocijo, lo cierto es que el gobierno ingresaría en tobogán marcado por la protesta social.
La reducción presupuestaria a educación es también un error estratégico. Por ahora hay un consenso universal: la educación es el bien público de penetración intergeneracional más importante de los países, ya que forma a los seres humanos que inciden en su democracia y economía, en su presente y futuro.
En tiempos difíciles lo peor es recortar o congelar los presupuestos para necesidades estratégicas. Los problemas económicos, por más complicados que fueren, a la larga son superados. Pero, si por superar la mala coyuntura, se sacrifica la educación de los hijos, se hunde a la familia, no solo por ahora sino para siempre.
Mas bien la crisis debe ser aprovechada para priorizar los gastos y desarrollar la creatividad para obtener otros ingresos. Puede ser un gran motivo para llegar a un pacto, que implique, que el Estado, no baje el presupuesto, recorte en otro lado; pero que, en reciprocidad, las universidades, gasten mejor y asuman la responsabilidad de formar profesionales y científicos de alta calidad y sensibles con la sociedad, la naturaleza y el país.
Que la universidad salga a las calles a protestar y a proclamar dicho compromiso. Y también que, a su interior, haga cambios y elija a autoridades que den la talla para este crucial momento.