En estos días hay preocupación por expresiones de la señora Ministra de Defensa Nacional en un discurso ante los militares. ¿Se busca alinearlos a la corriente política gobernante? Apartando las sospechas, cabe tener en cuenta que la Constitución de la República actual establece: Artículo 158, parte segunda “Las Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía y la integridad territorial”… “La protección interna y el mantenimiento del orden público son funciones privativas del Estado y responsabilidad de la Policía Nacional”.
Hasta el año 2008, la Constitución al referirse al derecho de elegir y ser elegido, disponía: “Los miembros de la Fuerza Pública en servicio activo no harán uso de este derecho”.
Desde el 2008, los uniformados tienen voto facultativo.
No es propósito realizar valoraciones, menos respecto a los militares, pues soy el conscripto estudiante No.260036, que cumplió el servicio.
Pensando razonablemente, si fuese militar activo y me permiten votar en elecciones, de hecho incursionaría en la política. Y si compañeros tienen simpatía por otro u otros candidatos, la pasión política puede provocar disensiones y atentar contra la unidad. Entre los civiles, esas disensiones se manifiestan en agresión verbal o física; y, en el extremo, en uso de armas de fuego. Si entre militares activos surgen las mismas pasiones, ¿acaso no hablarían las armas? La posibilidad dejó de serla en varios sucesos de años anteriores, pero el de mayor dimensión ocurrió en el año 1932. Nos guiamos por lo que consta en la Breve Historia General del Ecuador del recordado Profesor Oscar Efrén Reyes, quien recuerda la elección del Presidente Neptalí Bonifaz Ascázubi. Al realizar el escrutinio, a pesar de su indiscutible triunfo electoral, el Congreso le calificó como no apto para ejercer la Presidencia. Dice el historiador: “Ante semejante veredicto, se sublevaron cuatro batallones de la guarnición de Quito, juzgándolo atentatorio a la libertad de sufragio, a la voluntad mayoritaria y a la Constitución. El Congreso, a su vez, recibió el apoyo de otras fuerzas militares que venían de provincias. La guerra civil se presentó de repente”.
El carácter difícil del señor Bonifaz avivó la pasión, cuando amenazó que si lo descalifican “la sangre subiría al tobillo”.
En efecto, durante cuatro días con sus noches, sucedió la carnicería prevista: las tropas bonifacistas, o constitucionalistas, se encerraron en la Capital de la República, donde soportaron el ataque de un ejército superior en armas y dirección técnica, que había venido de norte y sur de la república”. Finaliza: “Como resultado del sangriento episodio quedaron, por calles y suburbios, más de mil cadáveres y un número de heridos o desaparecidos que nunca se supo precisar”. ¡Eso acontece cuando hablan las armas!