El desquite

Ecuador no tiene políticas públicas, pese a tantos y tantos expertos, asesores y consultores, de antes, durante y después de la década robada que se supone trabajaron para construir política pública. Tanta plata perdida en estudios para que los resultados sean la nada… la misma nada en la que se convierten las pompas de jabón cuando revientan.

La única política pública que funciona parece ser la del desquite, la de hacer todo lo contrario que el antecesor, ya sea en el gobierno central, ya sea de cualquier municipio, ya sea de cualquier institución pública, sin importar las consecuencias.

El desquite enceguece. La lógica del desquite o de la revancha produce inestabilidad e incertidumbre. Hacer y derogar leyes y decretos sin importar si estas funcionan o no parece ser una de las consecuencias de la política del desquite. Hacer todo lo contrario que quien ha ocupado antes el sillón del poder no es una manera de gobernar, sino una manera de revanchismo.

Las leyes y decretos hay que pensarlos y discutirlos en función de los actores involucrados y no en función de la venganza o la revancha. Es un círculo vicioso del que ejemplos sobran: hay leyes que se hicieron, por ejemplo, para castigar a los medios de comunicación, con base en prejuicios y en falsos postulados. Y ahora se derogan de la misma manera, con base en otros prejuicios y en otros falsos postulados, como está ocurriendo ahora mismo con el sector audiovisual, que se siente afectado por que se levantaría una medida de protección que les ampara. Las leyes no se pueden hacer con dedicatoria, contra unos o a favor de otros. Debieran hacerse en función del país que se quiere construir. Y ahí está el principal problema: no sabemos el país que queremos, no hemos trazado la cancha, no hay convergencias mínimas que señalen un camino, un horizonte.

En diez años, quienes tuvieron el poder destruyeron varias conquistas populares, sindicales y gremiales. Construyeron elefantes blancos e inútiles llamados Escuelas del Milenio y suprimieron las escuelas comunitarias y con ellas, destruyeron los principios básicos de organización. Hoy el ministro de Educación anuncia su reapertura, cosa que se aplaude. Pero, mientras no exista claridad sobre el modelo educativo que se quiere y mientras cada gobierno cambien la hoja de ruta escolar a su antojo, los afectados serán los niños y con ellos, hipotecado será el futuro.

Hacer. Y deshacer. Construir y demoler. Un continuo volver a empezar, de elección en elección. Como si el país fuera una pizarra, cada cierto tiempo quienes tienen el poder, y, sobre todo, el poder de la revancha, se encuentran con el borrador en la mano para desandar lo andado y volver a escribir, en líneas torcidas, el destino. Así nadie va a caminar a ninguna parte. Hambreados por la venganza.

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