‘La lucha contra el cáncer en el Ecuador ha unido a los mejores hombres y mujeres que el país ha dado en los últimos doscientos años, desde Eugenio Espejo hasta los más brillantes médicos de cada generación, a biólogos, economistas, intelectuales, voluntarios y también artistas”.
Con este párrafo testimonial inicia la joven escritora María Teresa Escobar la construcción de la valiosa narración investigativa de la “Historia de Solca y del Cáncer en el Ecuador”.
El cáncer ha constituido una tragedia para la humanidad; existen referencias de tumores cancerosos en escritos griegos y en piezas arqueológicas incásicas; hay descripciones de la Edad Media de cruentos intentos de tratamiento quirúrgico de estas afecciones. En nuestro país, fue el prócer y científico Eugenio Espejo, el compatriota que por primera vez escribió del cáncer y de su posible tratamiento con la cascarilla o quinina. Años después un grupo de médicos ecuatorianos presentaron al mundo otra planta silvestre, hallada en Loja, el cundurango para la cura del cáncer, basados en observaciones ocasionales que no fueron probadas en centros de análisis de los EE.UU. La lucha contra el cáncer fue relegada durante la primera mitad del siglo XX. La atención se centró en la preeminencia de las enfermedades infecto-contagiosas y de las tropicales, especialmente aquellas que tienen como vectores a varias especies de mosquitos.
Los pacientes morían sin que se conozcan, en muchos casos, las causas del fallecimiento. La carencia de tecnología y de dificultaba el diagnóstico de cáncer. La mortalidad por tumores malignos estaba en octavo lugar. En la década de los 80 el cáncer había alcanzado un segundo puesto y en los 90 el primero.
Equipos de médicos visionarios de Guayaquil con el liderazgo del doctor Juan Tanca Marengo y de Quito, en un inicio con el doctor Julio Enrique Paredes y luego con el General Solón Espinosa crearon Solca, (Sociedad de Lucha contra el Cáncer). Con mística, altruismo y profesionalismo unieron esfuerzos, donaciones y escasos recursos hasta concretar la construcción de hospitales muy bien dotados de personal especializado y de equipos de novísima tecnología. Se inauguraron sucursales: Cuenca, Ambato, Loja, Portoviejo y Machala.
El tratamiento quirúrgico y la radioterapia aparecieron esperanzadoras y, con el complemento de la quimioterapia, han llegado a ser una luz que demuestra que, con estos tratamientos, el 80% de niños supera el cáncer y el 60% de adultos o se cura completamente o logra sobrevivir en buenas condiciones durante largo tiempo.
El libro presenta la realidad de la lucha de la tecnología, el estudio y el gran conglomerado humano de profesionales y voluntarios en contra de esa cruel enfermedad, que está, en muchos casos, dominada. Su lectura es obligatoria para las personas o funcionarios que pretendan tratar al tema.