Se suele decir que en esta misma vida se pagan las cosas. Los autoritarios, prepotentes y abusivos del poder cuando vuelven al estado llano tarde o temprano tienen que responder por sus fechorías y por eso el miedo que tienen porque su conciencia no les deja dormir aunque disfruten de dinero, placer, viajes y contactos internacionales. Qué diferencia con mandatarios que, como Obama y otros nacionales, transitan libremente y dictan conferencias en medio de aplausos. Los otros pueden tener decenas de doctorados Honoris Causa, que solo les sirve para su ego, luego de salir de su patria evaden los llamados de la justicia.
Qué lástima da ver al ex presidente peruano, Alberto Fujimori, en el ocaso de su vida y desde el lecho del dolor, pedir clemencia para no volver a la cárcel y seguir pagando la pena de 25 años. Hizo mucho en la década de su gobierno al enfrentar al terrorismo representado por Sendero Luminoso y el MRTA. Empero, en su administración se les fue la mano, violaron DD.HH., secuestraron, torturaron y asesinaron a inocentes (incluidos niños) en la incursión a la Universidad de La Cantuta y la matanza en Barrios Altos.
En Ecuador, durante la década pasada, el correismo gobernó en forma arbitraria. Cambió el marco jurídico, flexibilizó leyes y los controles, que facilitaron la corrupción que hoy se ha destapado, sin precedentes en la historia reciente del país. Violó derechos y criminalizó la protesta, como admitiera un respetable Defensor del Pueblo, en contraste con otro que fue un silencioso cómplice y encubridor y hoy recurre a la CIDH. Cuántos casos de violaciones ocurrieron, que la Defensora interina hizo bien al reconocer y pedir perdón por estas acciones.
En una de las sabatinas, el déspota se refirió al Sistema Interamericano: “Ya basta de entrometerse en un país soberano. La Comisión Inrteramericana de Derechos Humanos no tiene capacidad para dictar medidas cautelares; tienen derecho esta burocracia internacional a pensar lo que les de la gana, a sostener las novelerías que quieran, pero no traten de imponer a un país soberano”.
Resulta que hoy, nerviosos y desesperados por tanta abuso puesto al descubierto por los organismos de control e investigación penal (Contraloría y Fiscalía), concurren al primer susto y periódicamente a pedir medidas cautelares. Tamaño descaro de los supuestos adalides de los derechos y de la participación ciudadana, que con la misma cara con la que insultaron van a Washington a la CIDH.
El fallecido presidente Roldós calificó a los dirigentes políticos que se complotaron en su contra como insolentes recaderos de la oligarquía. Hoy se puede decir que subsisten los audaces actores de la corrupción generalizada e institucionalizada de la década anterior, que hoy se quejan de supuestas persecuciones políticas.