Ecuador en crisis. Entre 1931 y 1947 ejercen su cargo 20 mandatarios. El Estado se encuentra endeudado; la exportación de cacao es insuficiente. La guerra con el Perú y la pérdida de territorio tiene importantes secuelas en la población. A pesar de ello, el estado ecuatoriano abre sus puertas a la comunidad judía que huye de la persecución nazi; los primeros llegan en 1935; cuatro años más tarde el Ministro de Relaciones Exteriores Julio Tobar Donoso, en circular reservada a los consulados en Europa (Archivo Histórico, Ministerio RREE), propone solicitar a los judíos una cuota de ingreso de $5000 versus $400 establecida para los demás extranjeros. Salvo el cónsul Manuel Antonio Muñoz Borrero que concedió pasaportes para que decenas de judíos salvaran su vida, los demás representantes del Ecuador jugaron las cartas acordadas en cuanto a control y beneficios establecidos por el país receptor.
El estado ecuatoriano emitió en 1940 una nueva Ley de extranjería, extradición y naturalización. En el artículo 22 del reglamento podían entrar aquellos extranjeros cuyas actividades fuesen útiles como el de exportación de productos nacionales. Así sucedió con la paja toquilla, exportada, entre otros, por dos judíos Kurt Dorfzaun y Rudolf Sydow que se establecieron en Cuenca, como lo señalan Agatha Rodríguez y Priscila Alvarado en su tesis “Los judíos en Cuenca durante 1930-1945” (Universidad de Cuenca, 2013). También se requirieron agricultores, muchos entraron como tales sin serlo, la mayoría de empresas fracasaron. Algunos extranjeros que no cumplieron con lo señalado en su visa fueron enviados a modo de castigo a las colonias agrícolas en el Oriente. El gobierno, aunque tarde, iniciaba un nuevo intento por poblar esta sensible región ecuatoriana.
Se promovieron industrias autorizadas como Omega, La Química, entre otras. El comercio estaba prohibido, los judíos lo ejercieron tramitando permisos constantemente. Muchos, añoraron su lugar de origen, como manifiesta Marie Louise Kreuter en: “Donde queda el Ecuador? Exilio en un país desconocido desde 1938 hasta finales de los años cincuentas” (AbyaYala, 1997). El Ecuador, salvo casos excepcionales como los del arquitecto Carlos Khon o el farmaceuta Walter Soyka, no analizó los posibles aportes de buenos profesionales y pensadores. El médico Manuel Rosenthal para sobrevivir tuvo que vender cera de pisos! .
Traigo a cuento estas historias de la industriosa y positiva comunidad judía porque creo importante reflexionar en las próximas reglamentaciones que se establecerán a propósito de la actual oleada de estadounidenses y otras comunidades establecidas en estos últimos años en Ecuador.
Es fundamental no perder de vista sus posibles aportes (o amenazas), no solo económicos, sino profesionales y humanos.