La masacre de emigrantes en Méjico, entre los cuales había ecuatorianos y, el desempleo mayoritario de jóvenes con preparación académica demuestran que los incentivos por la aventura están vivos. Migración de masas y migración selectiva caminan de la mano. Ahora el tema es más complicado. No solo que no se lo ha resuelto como algunos lo afirmaron, sino que demuestra con hechos y mucho dolor las debilidades de la política nacional.
Los pobres siguen ahí, sin esperanza y las jóvenes con educación no hallan trabajo. Una nueva generación frustrada quiere irse como sea. Los flujos demográficos demuestran su persistencia. La historia mundial señala que son fenómenos de largo plazo. Casi todos irreversibles cuya solución exige medidas racionales que alteren las raíces del proceso.
El tema exige cambios radicales en el tratamiento de esta movilidad clandestina de masas humanas. Lamentablemente, quienes tienen responsabilidades políticas en los dos lados de las fronteras actúan de una forma poco conciliadora. No atienden a las razones multiplicadoras de estos movimientos demográficos. De una parte, los receptores creen que se los combate con mallas, policías, muros, represión, en lugar de políticas que ayuden a cambiar las condiciones de vida de los ciudadanos de aquellos países en los cuales la desesperanza está afincada. Los planes y programas de cooperación social, cultural, económica que asisten a los estratos bajos y les permite encontrar medios de subsistencia propios, seguros, rentables, compatibles con su idiosincrasia son mucho más efectivos que la acción violenta y temeraria.
De otra parte, algunos se empecinan en creer que con discursos y arengas populistas, o con dádivas desaparecen las causas de la miseria pero no generan oportunidades de empleo digno con trabajadores capacitados, que recibieron buena educación y están listos para convertirse en miembros de una colectividad empeñosa, que busca cristalizar sus anhelos en base a esfuerzo y no de regalos o acciones de misericordia.
La migración está viva. Nos decían que había muerto y ahora regresan los compatriotas. Estas noticias lo desmienten. Sigue floreciente el negocio del tráfico de seres humanos desesperados porque en estas tierras las promesas de cambio no se ven cristalizadas. Los indicadores de desempleo y subempleo, cuya veracidad es cuestionable, son la evidencia de la desilusión y angustia. La violencia lo reconfirma.
Y, dentro del desempleo, los jóvenes preparados son la mayoría. No encuentran trabajo. Ahí nace la migración selectiva que buscan las economías maduras con poblaciones envejecidas. Se aprovechan de nuestro país. Pierde jóvenes pobres de educación elemental y también aquellos en los que invirtió en su preparación.