Migración

El fenómeno migratorio es muy antiguo. Los pueblos primitivos se desplazaban de un lugar a otro principalmente por razones climáticas. Hoy las causas son diferentes: violencia, terrorismo, desempleo, inseguridad, pobreza, conflictos religiosos.

Se atribuye a José Martí la ingeniosa frase de que, “cuando los habitantes de un pueblo emigran, no son ellos los que debían emigrar sino sus gobernantes”.

Se calcula que 192 millones de personas viven fuera de sus países -incluidos los perseguidos y refugiados políticos-, de modo que el 3% de la población mundial es migrante. La dirección del movimiento migratorio es sur-norte: de los países pobres hacia los países prósperos. ¿Sus motivaciones? Huir del desempleo, la pobreza, el hambre, la violencia o el terrorismo.

El ingreso de los llamados “indocumentados” a territorio norteamericano es imparable. Apadrinado por un “coyote”, cada 31 segundos entra un inmigrante sin papeles. California se ha “mexicanizado” y Miami se ha “cubanizado”.

El principal destino de los emigrantes latinoamericanos y asiáticos son los Estados Unidos, a donde llega una de cada cuatro personas que salen de sus países de origen; y Europa es el principal destino de los emigrantes africanos.

Los países que envían al mundo mayor número de emigrantes son: China con el 35%, India 20% y Filipinas 7%. No tengo datos de Siria pero creo que este país debe estar en el grupo.

Son principalmente las condiciones de pobreza y desempleo predominantes en los países del sur las que expulsan a los sectores marginales de la población.

El hundimiento del imperio soviético en los años 90 lanzó hacia Europa y Estados Unidos grandes oleadas de emigrantes que, huyendo de la pobreza, la desocupación y la violencia, fueron en búsqueda de paz, trabajo y mejores condiciones de vida.

La migración es uno de los mayores problemas de este siglo porque decenas de miles de pobres y desocupados del mundo subdesarrollado tratan de alcanzar, legal o clandestinamente, los prósperos países del norte en búsqueda de opciones laborales y mejores condiciones de vida. Pero eso, sin duda, genera rencores y resistencias en las sociedades receptoras contra los “intrusos” que entran a “dañar” sus costumbres, implantar contraculturas y disputar puestos de trabajo.

El 4 de agosto 2013 el presidente Vladimir Putin, en su discurso al parlamento, se refirió a los inmigrantes islámicos en Rusia y dijo: “Cualquier minoría, de cualquier lugar, que quiera vivir en Rusia debe hablar ruso y respetar las leyes rusas”. Y agregó: “¡no toleraremos faltas de respeto hacia nuestra cultura!”. Los parlamentarios, levantados de sus asientos, le respondieron con una sonora y larga ovación.

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