El miedo a la pobreza

Las protestas en América Latina giran en torno a la desigualdad, o al menos eso parece. Las consignas en contra de la pobreza son menores, talvez porque están implícitas en cada una de las marchas o porque los pobres están más preocupados en sobrevivir que en salir a las calles a protestar. O también porque existen menos pobres.

¿Menos pobres? Los datos sobre la región señalan que el 56% de la población de América Latina pertenece a estratos de ingresos bajos, el 41% lo conforma el estrato medio y el 3% restante pertenece a la población de ingresos altos, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que la semana pasada presentó su informe Panorama Social 2019.

Esas cifras no dan argumentos para las protestas, al contrario, evidencian que la pobreza ha disminuido en la región, talvez no al ritmo deseado pero ha bajado. La participación de los estratos de ingresos bajos en el total de la población disminuyó de 71% a 56% (15 puntos menos) en el período 2002-2017, mientras que los estratos de ingresos medios pasó del 27% al 41% (14 puntos más).

¿Y la desigualdad? Medida por el índice de Gini, también ha caído en 15 países, pasando de 0,538 a 0,465 entre 2002 y 2018, en promedio. Mientras el índice se acerca a cero es mejor. Aunque América Latina es una de las regiones más inequitativas del mundo, la desigualdad ha bajado.

Lo anterior significa que la clase media se ha fortalecido, que tiene mayor poder adquisitivo y que ha mejorado su nivel de vida, en mejores condiciones de igualdad. También es importante señalar que esa clase media no es homogénea, ya que está conformada por personas con ingreso medios-bajos, medios-intermedios y medios-altos.

Aquellos con ingresos medios-bajos son los que lograron salir de la pobreza durante la década dorada de América Latina, cuando la región se benefició del ‘boom’ de las materias primas, que llenó de dólares las arcas fiscales gracias a los mayores precios del petróleo, minerales y demás productos que salen de la región. Con mayores recursos, los Estados pudieron destinar más dinero a salud, educación, infraestructura, subsidios a los más pobres, etc. Y las empresas privadas también ampliaron sus negocios y contrataron más personal, lo cual mejoró el empleo formal.

Sin embargo, el fin del ‘boom’ de las materias primas puede echar abajo los logros alcanzados en la lucha contra la pobreza. Y ahí radica buena parte de las protestas, porque quien ha vivido en la pobreza y ha sentido los beneficios del progreso no quiere volver al pasado. La clase media, específicamente aquella de ingresos medios-bajos ahora es más vulnerable a caer en la pobreza. Y aquellos de ingresos medios-intermedios pueden caer un escalón y volverse vulnerables. Este año se prevé que seis millones de personas engrosen el ejército de pobres en América Latina, lo cual aumentará el descontento social. Y también el miedo a ser pobres.

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