Triple asesinato se registró en El Carmen. Asesinatos cada día en Guayaquil y en Manabí. En el lapso del 2008-2009 las fiscalías conocieron 130 000 denuncias por delito.
Entre enero a noviembre del 2009 han sido detenidos en delito flagrante, en todo el Ecuador, 15 622 individuos. Guayas y Pichincha son las provincias más azotadas por la delincuencia, tanto que la tercera parte del total corresponde a la provincia costeña; y 1 827 casos a Pichincha. Manabí ocupa el tercer lugar: 1 521 casos. Delito flagrante el que se comete en presencia de personas, o se lo descubre inmediatamente.
Los ecuatorianos estamos viviendo en una atmósfera de miedo. Solo hay que ver a quienes acuden al banco para depositar o retirar dinero, mirando de un lado para otro, a fin de otear si alguno de los que circulan en la cercanía pudiera ser asaltante. Los domicilios se blindan con cerramientos de hasta tres metros de altura; alarmas, puertas que funcionan automáticamente. Muchísimas personas ya no circulan en la noche, las mujeres caminan tensas ante la posibilidad de un asalto.
El miedo provoca angustia por la posibilidad de un mal contra la vida, los bienes, los derechos e intereses de las personas. Comienza por la prevención; con un poco de mayor gravedad, surge el recelo; luego, el temor, el susto, el espanto, el pavor, el horror y el terror. El miedo, según la Psicología Jurídica, es uno de los estados psíquicos más primarios. La raíz orgánica de la emoción miedosa es de las más profundas y se expresa en brusca detención o suspensión del curso vital; o en un aumento brusco del tono del sistema nervioso simpático por la descarga de adrenalina en las cápsulas suprarrenales. En sus formas más profundas, el miedo puede conducir inclusive a la muerte por un síncope; o, en casos menos graves, al “shock”.
Además de esta realidad sufriente, la actividad política suma nuevas fuentes de miedo, por lo menos en el grado de temor. Desde el poder se amenaza; provincias y cantones se movilizan reclamando dinero para obras y necesidades ofertadas. El parque El Arbolito, en Quito, se ha convertido en lugar de cita para reunión y posterior desfile hacia Carondelet. Cada concentración viene ya no a pedir sino a exigir obras, atención material a la provincia, al cantón, a la ciudad, con la buena fortuna de que -hasta el momento- los reclamos son pacíficos. Pero el día que, por desgracia, se tornen violentos y deba intervenir la fuerza, quién sabe cuáles podrían ser las consecuencias. El Jefe del Estado no cesa en calificar peyorativamente a cuantos están al alcance de su expresión; y de amenazar con sanciones.
Esta conducta enrarece el ambiente, advertido que los estamentos políticos inferiores solamente obedecen, pero no discuten, ni equilibran, como acontece hoy con el trato a los depósitos bancarios.