Los recuerdos de mi colegio, el Mejía, son como una luz. Muy intensa como la de estos días en los que ‘los Mejías’ han protagonizado hechos a ser juzgados con mente liberal y limpia.
Uno de mis grandes amigos, el primero que adquirió el hábito de la lectura, Gonzalo Borja, y yo, decidimos por cuenta propia y buenas razones pasarnos al Mejía. Gonzalo de La Salle, yo del San Gabriel.
Hasta cuando me gradué de bachiller, dos años imborrables los que pasé en el Mejía. Tan determinantes como que se despertó en mí el librepensador que he sido. Me fue muy bien. Descubrí que se me daba con alguna facilidad eso de escribir. Como miembro del Comité 19 de Marzo, encargado de organizar las fiestas patronales, participé con dos artículos en la revista Surcos, órgano de expresión de ‘los Mejías’. Conservo con afecto los recortes: el uno, sobre “Los restos de Francisco Pizarro, conquistador del Perú”, el otro “Las brumas de Toledo”, el poeta de la melancolía quiteña como lo definí.
Por tal circunstancia, debo referirme primero al ‘loco’ Larenas, versadísimo profesor de literatura, quien al inicio del curso y para que todo quedara claro se dirigió a nosotros con aire displicente. Fue cuando Gonzalo se cubrió de gloria. ¿Al Marqués de Bradomín, cómo le definía su creador el gran Valle Inclán? Silencio espeso, todos con la mirada en el infinito. Mi amigo con el brazo en alto. Gesto de asombro de Larenas. Feo, católico y sentimental, señor Larenas. ¿A quién se le conocía como el manco de Lepanto? A Cervantes, señor Larenas. Con frecuencia el Prof. Larenas nos mandaba tareas como escribir una o dos páginas sobre un tema de nuestra elección. Fue identificándonos. Se las ingenió para tener con nosotros un monólogo sucinto: -“Escriban. Llegarán a escribir bien si leen y escriben, si escriben y leen”.
¿Qué final les deparó el destino a los magníficos profesores de secundaria que tuve en el Mejía? ¿Cuál habrá sido la suerte del ‘loco’ Larenas? ¿En qué terminó el ‘sastre’ Larrea? Algo psicópata, profesor de Psicología, quien nos sometió a una evaluación de nuestro Cociente Intelectual, cuyos resultados, aunque parezca increíble, determinaron autoestimas que se prolongaron por años.
¿Cuál el final de ‘cachita’ Flor? Erudito profesor de Historia y Geografía. Sus mejores clases, cuando venía entonado. Memorable ocasión, cuando trató sobre nuestros derechos territoriales y a lo que habíamos quedado reducidos. Batió los récords conocidos. Dos horas en que nadie chistó, incluido el profesor de la clase siguiente.
Debo mencionarle a Genaro Fierro, pariente cercano, famoso y temido profesor de Educación Física. En la primera clase se me acercó: ¡No harás quedar mal a la familia! Llegue a saltar todos los caballetes, altos y largos, los habidos y por haber. Llegue a ser ‘un mejía’ más, de ánimo y de espíritu.