Mi deuda con Gabriel
Pensé escribir sobre otro tema. Pero poco antes de llegar a la hoja en blanco de esta columna, el mundo se conmueve por la muerte de García Márquez. Me quedé perplejo y volvieron a mi mente los tantos años de lecturas, relecturas, recuerdos y visiones alrededor de 'Cien años de soledad', 'El otoño del patriarca', 'Crónica de una muerte anunciada', 'El general en su laberinto', 'El amor en los tiempos del cólera' y muchos otros títulos. Incluso, hace muy poco, García Márquez acudió en mi ayuda con aquella página memorable en que José Aureliano Buendía, alarmado por olvidar los hechos de su niñez, recetó a José Arcadio su método para combatir la desmemoria y el olvido: "Con un hisopo marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones...".
Luego de releer y trascribir este párrafo completo, recordé lo importante de recordar y lo importante de llamar a las cosas por su nombre, o intentar hacerlo. Sentí gratitud, un agradecimiento inmenso por quien las escribió, por convocar nuestra atención sobre lo importante de mirar el mundo desde una hoja de papel y lo importante que es mirarlo con palabras que uno pueda adherir a las cosas, y así darles color y significado. Luego de releer y trascribir este texto completo, insisto, sentí que en esta página perdida de 'Cien años de soledad' estaba quizá un antídoto, un remedio fácil y casero, para soportar, con dignidad y conciencia, los tiempos que se nos han venido encima en que la propaganda pretende sustituir a la realidad; en que la demagogia hace mañas para quitarnos una visión rica de las cosas, una perspectiva múltiple y compleja, desprovista de maniqueísmos y generalizaciones baratas. Y pensé que leyendo y releyendo esas mismas hojas, quizá, pudiera encontrar algunas claves para poner nombre a las cosas que necesitamos en el futuro. Es decir, que ese ejercicio de poner en las cosas un papelito con su nombre era también preciso y necesario escribir los elementos y los materiales que necesitamos no solo para no perder el pasado y el presente sino para construir lo que debe venir.
La lección de definir con riqueza y complejidad; de no simplificar, de no caer en el lugar común, en el decir fácil, en la palabra inocua, es mi deuda de gratitud con García Márquez. Su obra transpira la obviedad de si hay riqueza en las palabras que usamos habrá, igualmente, memoria y posibilidad de nuevas realidades. Le agradezco por esa señal y mensaje; por ese hisopo marcando el nombre de cada cosa; le agradezco por escribir que la desmemoria tiene remedio y que está en nombrar sin eufemismos; así uno se equivoque, así las palabras sean provisionales. Solo así llegaremos a entendimientos duraderos. ¡Gracias señor! Ofrezco disculpas por la primera persona.