Deja la Presidencia de México, un líder con talante de caudillo y asume su fiel seguidora. Ambos, junto a su movimiento político, tienen un respaldo social descomunal y según indican los hechos y sus dichos, seguirán la ruta marcada por el Foro de São Paulo: alcanzar el control total de los Poderes del Estado y anular cualquier oposición o contrapeso.
El tiempo dirá si logran alcanzar tal objetivo. Su vecino, Estados Unidos, el país más poderoso del planeta, con el que México tiene un vínculo indisoluble de frontera, un tratado de libre comercio y problemas compartidos de inmigración y narcotráfico, mira con atención lo que sucede. Lo mismo lo hace la Unión Europa y gran parte del mundo con el que México tiene acuerdos de diverso tipo y un gran intercambio comercial.
¿Hasta dónde tolerará Estados Unidos o la Unión Europa que México sea un socio en la que sus inversiones e intereses corran riesgo? ¿Hasta dónde México podrá soportar la crítica que ya le están haciendo organizaciones internacionales de derechos humanos, de libertad de expresión y agencias de la ONU?
Quizás en esos actores y en sus decisiones radique uno de los obstáculos que enfrente el proyecto mexicano en marcha.
Este martes 1 de octubre arranca el sexenio presidencial de Claudia Sheinbaum y termina el de Andrés Manuel López Obrador.
Se va un político que ha dominado con creces la escena política mexicana. Lo ha hecho desde cada una de las casi mil 500 conferencias de prensa matutinas que ofreció, en cada una de las cuales hizo afirmaciones sin sustento o mintió en 100 ocasiones en promedio, según el recuento de la consultora SPIN. La sucesora anunció que seguirá con tales conferencias.
El pasado junio, Sheinbaum y su movimiento Morena, que está afiliado al Foro de São Paulo, consiguieron una votación altísima en las elecciones generales, y en medio de controversias, las autoridades les otorgaron, sin objeciones, la Presidencia, así como la mayoría absoluta en el Poder Legislativo.
Con ese control, aprobaron una reforma constitucional para desmantelar el actual Poder Judicial y abrir la puerta a la elección popular de jueces y otra para militarizar la seguridad interna. Pronto, indican sus planes, eliminarán de la Constitución los organismos autónomos de transparencia y los que velan por la competencia.
México ha vivido los últimos años una ruta regresiva en materia de pluralidad política, en contrapesos al poder, transparencia del gasto público, tolerancia al disidente y respeto al periodismo crítico. México tiene hoy lo que algunos politólogos llaman una democracia de “baja intensidad”.
López Obrador logró cautivar a las masas con un discurso divisor entre ricos y pobres, pueblo y oligarquía, honestidad y corrupción, entre “ellos, los representantes del pasado” y “nosotros, los transformadores”. Además, lo hizo con un despliegue histórico de programas sociales, enfocados básicamente en la entrega de dinero en efectivo a los más necesitados.
El México, que salió del dominio de un partido único, el PRI, en el año 2000, y que poco a poco fue caminando hacia una democracia liberal, regresa al liderazgo de un solo partido, ahora llamado Morena, donde paradójicamente militan muchos ex priistas, como el mismo López Obrador.
Morena, el presidente saliente y su sucesora, van logrando paso a paso lo que el Foro de São Paulo, que desde los años 90 reúne a los llamados partidos de izquierda, definió como objetivo: captar todo el poder del Estado para desarrollar desde allí su proyecto “antineoliberal”.
En los últimos seis años y frente a una oposición desgastada y desprestigiada, el gobierno de Morena conquistó un poder creciente que parece vacunado contra datos y hechos que hablan de una gestión poco eficiente.
López Obrador deja el mayor número de muertos en un sexenio, casi 200 mil. Cada hora, en promedio, desaparece hoy una persona en México.
Más de un tercio del territorio están dominados por el narcotráfico, el número de pobres extremos aumentó en 400 mil durante la gestión de López Obrador, desertaron de la escuela un millón de niños, la economía tiene hoy el más bajo crecimiento económico de los últimos 36 años y hay 50 millones de personas sin acceso a la salud.
Pero evidencias aparte, las encuestas indican que la mayoría de la población aprueba a su expresidente y espera con ilusión y alto respaldo la gestión de la primera mandataria de México. Gracias a la entrega de dinero a través de los programas sociales, el número de pobres en general, más no los ubicados en la pobreza extrema, bajo en unos cinco millones en los últimos seis años.
La ruta económica actual de México, enfocada en grandes inversiones estatales poco rentables, no es sustentable en el futuro, advierten observadores. Tampoco lo sería la ruta política de dominio de un solo partido. El tiempo indicará si México logra continuar con el objetivo trazado por Morena o si endereza hacia otro destino.