Ganó la izquierda, se rompió con la vieja política, los votantes optaron por lo nuevo. Tales frases se repitieron luego del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de México. Incluso Evo Morales y Nicolás Maduro lo consideraron así. ¿Tienen asidero tales afirmaciones? No.
López Obrador es un político formado en el viejo PRI. Renunció a ese partido e ingresó al izquierdista PRD para más tarde fundar su actual colisión, que es una auténtica Arca de Noé donde hay de todo, desde comunistas hasta la derecha extrema. En el medio, sindicatos antes aliados el PRI, personajes cuestionados por su honestidad y, también, respetados políticos de perfil socialdemócrata.
El nuevo presidente, el primero que no pertenece al PRI o al centrista PAN en la historia moderna de México, arrasó en las elecciones, al igual que su coalición, que tendrá mayoría en las dos cámaras legislativas federales y en la mayoría de las estatales, lo que le permitirá hacer cambios legales sin mayores trabas.
Los electores, hartos de la corrupción y la violencia, le dieron, por amplio margen, carta blanca para cumplir la promesa de emprender una “refundación moral”. La paciencia de los electores estará a prueba, pues las ofertas hechas podrían tardar años en concretarse.
Abatir la corrupción y la violencia criminal son temas que requieren nuevas leyes, ajustes institucionales y hasta cambios culturales, y no solamente el voluntarismo del presidente.
López Obrador, quien asumirá en diciembre -un tiempo de transición eterno en democracia- es nuevo en la Presidencia, igual que su coalición, pero tanto él como muchos de sus colaboradores fueron funcionarios públicos y militantes de partidos que han ejercido espacios de poder municipal o estatal.
El discurso refundador del presidente electo y su talante de salvador se parece mucho al de los antiguos presidente mexicanos del PRI, que tuvieron gran poder y lo ejercieron con autoritarismo. López Obrador se ha descrito a sí mismo como un “rayito de esperanza” y ha partido aguas entre quienes lo siguen, que son los verdaderos patriotas, y sus opositores que son la mafia corrupta.
Ya electo, ha señalado que escuchará todas las voces. En reuniones con el presidente saliente, Enrique Peña Nieto del PRI, y con empresarios, disipó temores de que habrá estatizaciones y dijo que no actuará como dictador, no romperá la disciplina fiscal y no irrespetará la iniciativa privada. Los mercados reaccionaron positivamente.
La ideología de López Obrador es muy similar a la del PRI de los 70 y 80, una mezcla de viejas ideas corporativistas y de un capitalismo desarrollista con un estado poderoso, benefactor y controlador. Decir que ganó la izquierda en México y que los votantes optaron por lo nuevo, no es precisamente lo que ha pasado en el país azteca.