Tras el anuncio de que en el 2016 la capital de Ecuador tendrá un sistema de transporte masivo subterráneo, más conocido como Metro, se generaron diversas reacciones en los foros virtuales, en su mayoría negativas, seguramente por desconocimiento o por el prurito de transitar en contra vía de las buenas ideas.
En medio de esos foros cito a Víctor Mendoza, quien escribió a la página Web de EL COMERCIO. “Que manera de quejarse, si no se construye el metro significa que no quieren aliviar el transito, si se construye el metro, por qué no pasa por la esquina de mi casa. No se entiende qué mismo quieren, obras o solo quieren quejarse”. La tendencia negativa al cambio es natural, pero hay que considerar que Quito, ciudad que supera los dos millones de habitantes, debe pensar a largo plazo, no solo en soluciones chiquitas, que en poco tiempo no sirven para nada.
El trazado de 23 kilómetros entre Quitumbe y El Labrador se podrá recorrer en 34 minutos, el tiempo que actualmente nos demoramos para transitar unas pocas cuadras en medio de la estresante congestión capitalina.
Son apenas 15 estaciones, pero con la ventaja de que abarca a sectores muy poblados de la ciudad. Las preocupaciones sobre el trazado por debajo del Centro colonial quiteño fueron completamente disipadas durante la explicación que dieron el alcalde Augusto Barrera y los técnicos de Metro Madrid.
San Francisco, a donde se llegará desde La Magdalena, será la única parada en el Centro, después siguen La Alameda, Ejido, Universidad Central, La Carolina… Estos pocos ejemplos sirven para entender que, como dice el lector Víctor Mendoza, el Metro no es para que a uno lo dejen o lo recojan desde la puerta de la casa.
El sistema tendrá una amplia red de conexiones similares a las actuales Ecovía, Trole y los alimentadores de este servicio. Es una solución a la movilidad para la mayoría de la población, que debería comenzar a depender menos del carro. La alternativa propuesta por el Alcalde es muy coherente y tiene visión futurista, si luego los recursos se atrasan, ese es otro tema.
En lo único que me permito discrepar con Augusto Barrera es que el actual sistema de Trole seguirá funcionando, lo cual, desde mi punto de vista, generaría una competencia innecesaria con el Metro. Sería una buena oportunidad también para hacer de la 10 de Agosto una avenida más moderna, de seis carriles, con parterres de flores y árboles, que permita un desplazamiento vehicular más fluido.
Con la excepción de Los Shyris, que no es tan larga, Quito no tiene una avenida amplia, eso permitiría que la 10 de Agosto, que hoy es una oda al cemento y a los cables aéreos, sea más ecológica. El sistema de Trole, por tanto, debería ser reforzado en lo que hoy son las ecovías y también extenderlo desde El Labrador hacia Calderón y Carapungo.