El ‘método’ y el 30-S
El decreto de emergencia en la función Judicial evoca el ‘estado de excepción’ sobre la marcha institucional del país al que el Régimen recurre reiteradamente. El Presidente, amparado en el resultado de la consulta popular y violando su propia Constitución, pone en ejercicio su total discrecionalidad para ‘meter las manos’ en la administración de justicia. Tal como en Montecristi, se vuelven a despreciar los procedimientos de construcción democrática de las instituciones, para acudir al voluntarismo e iluminación del líder como única fuente para la construcción decisional.
Tras la idea de que se pueden resolver de un plumazo complejos problemas institucionales, que tienen raíces históricas profundas y claras causalidades estructurales, se revela el desconocimiento de las efectivas dinámicas sociales de construcción institucional. Esta recurrente reversibilidad que se hace en materia institucional nos hace pensar en el método que caracteriza a la construcción decisional de la revolución ciudadana: una lectura simplista e ingenua que se inicia con la crítica de la situación dada, la convicción de que esta necesita ser cambiada, el diseño de un modelo ideal y su aplicación vertical e inapelable. No hay en este método espacio para la discusión democrática de las soluciones, para la construcción de consensos y la negociación con los actores.
Los ‘revolucionarios’ se creen demiurgos infalibles cuando empiezan la tarea, para luego ocultar la mano y recurrir nuevamente al voluntarismo de las ‘buenas y sanas intenciones’. La imposición vertical de las decisiones tiene como resultado que los ciudadanos no se apropien de los resultados y genera soluciones institucionales débiles y reversibles. El método supone la existencia del “bien común” como una entidad abstracta conocida solo por el líder y sus custodios, en el que no hay espacio para una construcción colectiva regulada institucionalmente. No se ve al “bien común” como un proceso en construcción, se lo ve como resultado de la aplicación autoritaria del poder.
El peligro de la aplicación implacable de este método se evidenció en los eventos del 30-S. Fue justamente una situación como esta, la imposición de una norma sin considerar la oposición de actores estratégicos, la incapacidad de reconocer los argumentos de ‘los otros’, de transformarlos si se considera del caso, pero sobre la base de la argumentación y no de la imposición autoritaria, la que derivó en una violenta insubordinación militar y policial que puso en serio riesgo a la democracia.
El Régimen debe aprender a transitar desde el momento revolucionario, al momento de la institucionalización, si no quiere verse implicado en una dinámica centrífuga que lo debilite irreversiblemente.